Para mí que me ha mirado un tuerto y además jorobado, porque sino no me explico como pueden pasarme tantas cosas malas en tan poco tiempo.
Ayer por la tarde llegó a mi casa, de parte del Hombrecito (Gran Jefe) un enorme ramo de flores, con una nota deseándome la mejor y más rápida de las mejorías. Sé de sobras que esoes costumbre de la empresa. El Hombrecito (Gran Jefe) es un señor chapado a la antigua y cree que, con detallitos así, puede paliar la falta de aumento de sueldo, ¡pobre! Y lo sé d, porque una de mis antiguas obligaciones consistía en ocuparme de estas "cosillas". ¡Qué gusto daba pensar así!
Lo recibió mi abuela, normal, el resto de la familia, la parte útil, es decir la que tenía trabajo, estaba a lo suyo, y el otro, como siempre, desaparecido en combate.
Me lo dejó en el regazo, mientras ella iba a buscar un jarrón para ejarlo bien a la vista y así lo verían todos.
¿Qué me había perdido? ¿Es que habían montado una convención en casa sin avisar? ¿O qué?.Regresó con el jarrón, lleno de agua, recogió las flores y las puso dentro. dejándolas después encima de una mesita que habían instalado a mi lado, con el teléfono, vaso de agua, revistas, libros varios, libreta y bolis.
La abuela se pusó a hacer ver que ordenaba cuando el teléfono empezó a sonar y como yo lo trenía a mi lado, hice una excepción y contesté. Era una llamada para ella de la Filo, su amiga del quinto, con la que solía salir a paseo cada tarde, pero que, desde mi accidente, había sido suspendido. Para hablar más tranquila se fue a la cocina. Luché contra el deseo de cotillear escuchando la conversación, pero no me costó mucho vencerlo porque- a ver ¿De qué narices iban a secretear dos ancianitas como ellas?.
Paseé la mirada por el salón comedor. Era algo sorprendente pero desde el accidente cuando no tenía a nadie cerca para cumplir mis deseos, me ponía de mal humor, debía ser la medicación, porque yo no soy así.
Llevaría un minuto hablando por teléfono la abuela, cuando me entraron unas enormes ganas de hacer pis.
Pensé que, pasados casi más de dos días, podía ir yo sola tranquilamente, porque mi maltrecho pie, quedaba debidamanete protegido dentro de la pelota-blanca-de-escayola, así que, podía apoyarme "algo" en él.
Sin pensarlo más, apoyé las manos en los brazos del sillón, apoyé todo mi peso en el pie bueno, y me puse en pie, Bien, la cosa iba bien. Levantada .de pie, sin marearme ni nada. Con mucha cautela, tanteando el terreno empecé la operación avance con mi pie-pelota-escayola, por delante, apoyándolo con mucho ciudado en el suelo, pero, sin ver, que justo debajo de donde tan cuidadosamente lo iba a apoyar había un poco de agua que se había caido del jarrón al suelo sin que la abuela sediera cuenta., Por lo que, como si de un patín sobre hielo se tratara, la escayola empezó a resbalar, independiente, sin tener en cuenta ni mis deseos ni mis órdenes, como si tuviera vida propia.
Mi cuerpo la siguió sin poder evitarlo, perdiendo totalmente el equilibrio, resbalando tras ella siguiendo el camino que tan bien trazaba. El parqué estaba limpio como una patena y resbaladizo como una pista de hielo, por lo que atravesé todo el salón hasta que mi pie-pelota-escayola, dio un fuerte golpe contra la pared, y se abrió como una sandía.
Sólo grité una vez, y que conste que no fue ni por dolor ni por miedo, sino de pura sorpresa. La abuela ya había llegado corriendo de la cocina y la vecina de abajo, que tenía llaves por si acaso, entraba ya por la puerta de la calle. Quedé semi sentada en el suelo, mirando atónitas las tres como se había partido la escayola en dos, limpiamente. Guardams un profundo silencio, interrumpido por el vozarrón de mi hermano, el parado, provocándonos el normal sobresalto preguntando, ¿Qué ha pasado?
Apartando a las dos de más edad, me levantó en brazos, cosa muy meritoria, dado mi 1,80 de altura y mi "adecuado" peso, dejándome en el sofá.
Llamó inmediatamente a mi madre, al trabajo (no sé por qué cuando ocurren cosas graves, todos absolutamente todos, hasta mi padre, llamamos a mi madre), que le dio las instrucciones oportunas.
Me volvió a levantar en brazos, ordeno a la abuela que bajara, llevando el billetero y parara un táxi. Nos íbamos directamente al Hospital. Mi madre salía inmediatamente hacia allí también.
Cuando entramos en Urgencias a excepción de la recepcionista, que al parecer era otra chica, se produjo una fuga masiva de celadores, enfermeras y médicos de guardia, no acabé de entender las explicaciones que farfullaban.
El médico me trató con muy malas maneras, la verdad.. Sí, me volvió a escayolar, pero soltó una lista tan larga de prohibiciones que me mareé antes de que llegara a la mitad de las istrucciones,
Durante el regreso a casa, mi madre no paró de machacarme, repitiendo sin parar las prohibiciones a las que, y, desde ese mismo instante, quedaba irremisiblemente sometida y que daría a conocer a todos lo miembros de la familia, que pasarían a ser una especie de carceleros, con órden restrictiva de no dejarme a solas ni un minuto
Nunca había visto a mi madre tan enfadada. Ni siquiera contesté. Bajé la cabeza y me limité a hacer ver como que lloraba, pero no coló.
Una vez en casa fui instalada en el sillón, donde merendé, la hora de la comida ya era la del día siguiente, cené, vi la tele, fui elevada por los aires y trasladada a mi cama en mi habitación, tras una previa y rápida parada en el baño.Sin portestar ni nada, y eso, que al ayudarme a poner el pijama me atizó, la abuela, un tirón de pelo de esos a trición pero que parece que te arranquen el cuero cabelludo entero.
Debidamente instalada, pregunté timidamente si podía leer un rato, y si podían traerme un vaso de agua. Mamá accedió a las dos cosas, y no sin lanzar antes una mirada circular, me dios las buenas noches y se fue.
Leí durante casi una hora, portándome como una santa. Exactamente eso esa era lo que iba a hacer los 21 días que, de nuevo volvía a tener por delante. Era una mujer adulta y no tenía porque andar molestando constantemente a toda la familia. Siempre y cuando no hubiera una necesidad urgente, naturalmente.
Cerré el libro, cogí el vaso para beber un trago de agua y al ponerlo encima de la mesita. algo no salió cómo debía, porque el vaso, casi lleno, se estrelló contra el suelo.
En el silencio de la noche sonó como una bomba. Sin darme tiempo a reaccionar todos los miembros de la familia estaban ya dentro de mi habitación y ¡¡¡¡¡¡con unas caras!!!!!!
Me asusté tanto que sólo pude decirles: "Tranquis, estoy bien, se ve que la mesita se ha movido. ¡Buenas noches! Cerré los ojos y los apreté con todas mis fuerzas.
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