Ea! ya
estoy aquí otra vez, hecha un asco pero estoy que es lo que importa. Ni por
donde empezar sé, han sido tantas las cosas que han pasado que ni la abuela
Rufina es capaz de asimilarlas, y lo que ella no asimile, ya os digo yo que no
hay posibilidad de que nadie lo haga. Para algo ha pasado una guerra, como ella
dice, y ha visto desfilar desde el plumón con tinta china a los modernos
“chismes” como ella llama a todo aparato que tenga algo que ver con tecnología
y de los que tanto nos sobran a veces.
La cosa
empezó con mi despido, luego, bueno lo que pasó luego es difícil de explicar,
lo intentaré pero es posible que necesite más de un mes, y con todo y con ello
no sé yo si vais a poder entenderlo.
Sólo os
diré que hace, unos diez días, más o menos, que toda la familia nos hemos
trasladado a vivir al pueblo. Sí, sí, habéis leído bien. Toda la familia está
ahora viviendo en el pueblo, con un lio tremendo, también es verdad, pero aquí
estamos.
Como
nota de reafirmación a lo antedicho sólo añadir que la que peor lo lleva no soy
yo, ni de lejos. Por más vueltas que le deis jamás adivinarías quién es. Va os
lo digo, pues ni más ni menos que la abuela. Sí la abuela, ella que nació y
vivió en él. Ella que sacó adelante a sus hijos con nada y menos, pues lo lleva
fatal.
Lo
cierto es que a la pobre no le faltan motivos. Todo empezó una semana después
de perder mi empleo. Una noche llegó mi padre a casa con una alegría que le
salía por todos los poros del cuerpo y una sonrisa de estas ocultando algo que
no engañaba a nadie, pero como se le veía tan feliz, pues nos hicimos los
locos, pensando…”ya explotará ya…” Y la verdad es que sí, explotó, vaya si
explotó, explotó tanto y tan fuerte que nos salpicó a todos.
A media
cena con una sonrisa de oreja a oreja y cuando ya parecía más calmado por haber
llenado en parte su estómago, paseó su mirada por todos nosotros en plan “capo
mafioso”, se limpió la boca con la servilleta, y habló:
-
Familia… tengo algo muy importante que comunicaros.
Ninguno
intentamos fingir que nos cogía de sorpresa, así que sin más dilaciones el
señor prosiguió:
- Hoy
ha sido mi último día de trabajo!!! (en ese momento soltó una carcajada que nos
heló la sangre en las venas a todos) sí a la abuela también.
Se oía
hasta el zumbido de las moscas del verano pasado. Nos entró a todos una timidez
inusitada. Nadie levantó la vista del plato. Para ser más exactos, en mi caso,
porque si lo hacía todos verían que estaba llorando y no era plan. (En el fondo
de mi alma yo estaba convencida de que todo era por mi culpa, pensaba que lo
habían despedido porque como yo tenía esos accesos de “cosas” pues en la
empresa seguramente se habían hartado)
Como
siempre, mamá fue la más serena y con una voz algo silbante pero salvajamente
tranquila preguntó:
- ¿Sí
y.. eso? Cariño.
La
mirada triunfal de mi padre nos tenía sobrecogidos de miedo puro y duro, no
entendíamos nada.
Al
final la abuela histérica (la abuela Rufina, algo jamás visto) le apremió:
- Por
el amor de dios hombre, dinos que ha pasado de una p…. vez (lo dijo, palabra
que lo dijo).
El
hombre que, todo hay que decirlo, parecía más satisfecho que un cachorrillo
lactante, sonrió, todavía más, echó hacia atrás la silla, se levantó y soltó.
- Me he
jubilado!
Mi
padre tiene 58 años, pero nadie se atrevió a recordárselo. Pero la edad de la
jubilación hasta yo, que me parecía que era viejísimo, sabía que no era ésa.
Mi
madre, esta vez perdida ya su aparente compostura, balbuceó algo que nadie
entendió, pero todos la miramos, animándola a que prosiguiera. Ninguno teníamos
ni idea de lo que debíamos decir.
Se ve
que los muchos años reconvivencia habían conseguido que entre mis padres
existieran unos misteriosos códigos cifrados que conseguían que se entendieran
sin que los demás nos enteráramos de nada. Eso fue lo que hizo que mi
padrecontinuara:
- Pues
sí, la empresa no va nada bien, y como el Gerente y yo somos grandes amigos,
hoy me ha propuesto que si quería jubilarme me daban el 75% del sueldo y una
indemnización (llevaba 30 años trabajando en el mismo sitio) bastante buena.
Ahora sí que entendimos a mamá:
- ¿Cuánto
de buena? pero esta vez su voz era un hilillo.
- Bueno
no está mal. No me puedo quejar.
Atónitos
presenciamos como mamá se levantaba de golpe, tirando la silla y se colgaba del
cuello de papá. Primero pensamos que era para abrazarle, pero luego, al ver que
se ponía morado, comprendimos que no, que lo que hacía era intentar ahogarlo.
Yo era
la que estaba más cerca, pero no reaccionaba, sólo pude pensar, “Así que lo mío
es genético”. Fue mi hermano, el parao, el que acudió y a duras penas pudo
separar las garras en las que se habían convertido las manos de mi madre del
cuello de papá.
En un
salto la abuela ya estaba al lado de mi madre, dándole unos bofetones que cosa
igual no había visto en la vida, chillando como una posesa.
-
Cálmate, loca, cálmate que lo vas a matar y eso nos faltaba ahora.
No sé
si fue ver a la abuela pegando a mamá o lo que dijo, el caso es que el alboroto
se calmó. Mi padre, amoratado, se sentó y bebió el agua que yo, o mi mano,
porque yo no soy consciente de haberle dado orden alguna, le tendía.
Calmada
la tormenta, nos volvimos a sentar todos y sólo la abuela habló:
-
Hijos, no soy yo la que debiera decirlo, pero visto como están las cosas, no me
queda otro remedio. Vuestra madre y tu mujer está embarazada.
¡Mira!
No sé cómo no nos morimos todos en aquel mismo instante. Evidentemente nadie la
creyó, hasta que mi padre acercándose a mamá, con algo de miedo la verdad sea
dicha, le tocó una teta!!!!!!!!!! allí delante de todos, y luego la
otra!!!!!!!!!! yo ya no pensaba ni nada. Jamás en la vida se me había ocurrido
que mi padre le podía tocar las tetas a “MI” madre.
Se
volvió hacia nosotros blanco como la cera y dijo:
- Es
cierto.
Nunca
entenderé de qué extraño método se sirvió el hombre para afirmar tal
despropósito ni por qué todos le creímos.
Empezó
a reír a carcajadas, pero no las suyas, no las de otro señor desconocido y le
corrían lágrimas como velones por las mejillas. Abrazó a mi madre y se la llevó
al dormitorio.
En el
comedor quedamos la abuela mis dos hermanos y yo, y por muy insólito que os
parezca la única que habló fue la abuela
para decir:
-
Bueno, pues como supongo que nadie querrá postres, esto se queda así y mañana
que lo recoja Violeta Davinia (jamás lo sabréis). Todo el mundo a dormir.Mis
hermanos y yo nos miramos y obedecimos en silencio.
Eso
pasó el 10 de mayo, y lo que sigue es largo o sea que tan pronto pueda os lo
cuento, palabra.
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