Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

sábado, 31 de marzo de 2012

PEDIROS PERDÓN ES POCO…PERO LO HAGO; PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN…!!!!!


PEDIROS PERDÓN ES POCO…PERO LO HAGO; PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN…!!!!!
Todo cuánto me podáis decir ya lo sé, o sea que una impresentable. Pero vamos a no cargarlo todo sobre el mismo burro ¿eh? que vosotros tampoco me habéis dicho nada a mí.
Pues sí, sí… el lunes de mi retorno fue un día marcado con estrellitas en la empresa (y ya no digamos en mi vida) Tranquis… ahora voy! Coñe! Con las prisas!!!!!!!!!
De entrada, cuando me vi en el espejo, antes de salir de casa, maquillada, vestida y con los pelos de punta (pero muy bien puestos, muy graciosos) casi me da un pasmo. No me reconocía ni yo. Tendrías que haber visto la sonrisa de mi madre. No le cabía en la cara.
El régimen drástico, pero efectivo, me había convertido en una estilosa silueta alargada, tanto así que el segurata del trabajo no me quería dejar entrar. La verdad es que la foto que sale en mi acreditación, poco o nada tiene que ver con mi actual “look”. Hasta que no rompí en estruendosas carcajadas no se convenció de que “yo” era “yo”.
Pisando firme entré en las oficinas como si fuera la mismísima dueña, pero me traicionó la fuerza de la costumbre y sin pensarlo fui directa al pequeño cubículo en el que durante seis años había desempeñado mis funciones como la “secre” de la “Secre de Dirección”.
El altercado con el segurata  me había hecho perder unos minutos y al llegar a “mi despacho”, me encontré sentada detrás de la mesa a una persona de un rubio dudoso, ojos inmensos de color marrón vulgarcillo, con la piel más blanca que un helado de nata y una cara de susto tan, pero que tan grande, que me tuve que morder (poco tampoco era cuestión de hacerme daño) la lengua para no echarme a reír.
Efectivamente no era la despampanante rubia que yo había creído ver aquel ya lejano día tras el fallecimiento de…, bueno, ya todos sabéis quién, me resulta doloroso nombrarla.
Metida en mi nuevo papel, le sonreí amistosamente, le lancé un alegre “Buenos días” y girando sobre mis talones me encaminé hacia la puerta de Gerencia (en realidad es la de al lado). Debo reconocer que me temblaba algo la mano al girar el pomo, pero cerré los ojos y la abrí de golpe.
También de golpe abrí los ojos, me daba miedo, pero lo superé. Lo que vi me dejó anonadada. Era una estancia pintada de un blanco con toques de gris, clara, diáfana, la persiana también era nueva y de un bonito color crema…y los muebles… madre del amor hermoso LOS MUEBLES!!!!! nuevos, modernos y de un precioso color roble, la lámpara de mesa nueva de diseño, un pedazo de silla giratoria con brazos… bueno... no sé cómo explicarlo era el despacho soñado de cualquier ejecutiva que se precie. Al menos para mí, que era el primero que veía, me lo pareció. El HombrecitoGranJefe, (tengo que dejar de llamarlo así) había cumplido su promesa. Allí no había nada que recordara a su anterior usuaria.
Colgué la chaqueta en el armario empotrado y muy bien disimulado y me llevé el bolso a la mesa para guardarlo en algún cajón. No podía dejarlo en el armario en él llevaba todas “mis quiscosillas” y no estaba dispuesta a desprenderme de golpe de mis viejas costumbres.
Me senté, ¡Por favor! aquella silla no era para trabajar, era para dormir la siesta del siglo. No había acabado de acercarme del todo a la mesa, cuando unos discretos golpes me avisaron de que alguien quería entrar. Carraspeé un poco y me salió un repelente “Adelante”.
Era la nueva, no recordaba el nombre. Se quedó plantada ante la mesa mirándome (muy habladora no es que lo sea no), e hice lo propio. Es decir, la miré. Ante el silencio provocado, al final con voz apagada y temblorosa me dice: “Srta. Violeta Davinia” (¿¿¿¿????)  --era yo, me lo estaba diciendo a mí – “Dígame cómo le gusta el café y se lo traeré, si es que le parece bien” Me lo estaba preguntando… ¿a mí? ¡Ja! No, no me parecía bien, me parecía excelente!!!!!!!!!!!!
Sonriente me levante, alargué la mano y le dije: “Tranquila, que soy de gustos sencillos, con un capuccino con toque de canela y un donut, tengo bastante, pero antes dame la mano y perdona pero no  recuerdo tu nombre”.
Ella toda temblorosa (pobrecilla), me dio la mano y dijo, (agarraos que vienen curvas) “Me llamo Arsenia (aquí sí que me mordí la lengua y no me importó que me doliera, y yo quejándome de mi nombre), pero en casa, los amigos y los compañeros de aquí, me llaman Nica” (otro mordisco, empezaba a dudar de que fuera sano tanto morder). Nica leyó en mis ojos el asombro ante tal diminutivo y se apresuró a aclarármelo.
“Es que de pequeña mi abuela empezó a llamarme Arsenica, y al final se quedó en Nica”. (Toma mordiscazo!!!!) Creo que sonreí, o eso era lo que pretendía y le contesté que ella a mí podía llamarme Violeta, y que apeara el Señorita que no era persona de tales superioridades, si no le dije eso exactamente, por ahí iban los tiros.
Nica fue a buscar el café y observé que andaba como un pato mareado, es decir, se balanceaba de una manera algo rara. No pude continuar observándola porque la puerta que daba directamente al despacho del jefe se abrió  apareciendo éste muy sonriente y tendiéndome la mano, que naturalmente apreté, añadió:
“Mire Violeta, si a usted le parece bien, tómese el día de hoy para irse poniendo al día y mañana por la mañana a primera hora nos reuniremos y empezaremos a trabajar en serio”, justo cuando iba a contestarle, (encantada de la vida), que sí,  un ruido como de tren descarrilando, mucho alboroto y algún que otro grito nos hizo salir a los dos disparados del despacho.
Luego me supo mal, pero en aquel momento no pude evitarlo, me eché a reír a cajas destempladas. Allí en el suelo, rodeada de vaso, sobres mojados de tres tipos de azúcares diferentes, un charco de indefinido color y un donut que deambulaba sobre el líquido, estaba sentada Nica.
Sus ojos estaban llenos de un líquido que yo conocía muy bien, y su gesto de impotencia era tal que me recordó tanto a mí que… la que se echó a llorar fui yo…
Todos se desvivieron por consolarme, sin tener ni idea de por qué debían hacerlo, olvidando a la pobre Nica allí sola, mojada y humillada…
Así empezó mi primera mañana de regreso a la oficina, ahora no puedo seguir, pero mañana más…Prometido!!!!!

miércoles, 14 de marzo de 2012

TRANQUIS... ES QUE NO HE PODIDO...!!!!!!


Bueno, deciros que el despertar al día siguiente, con los ojos como pelotas de tenis de tanto llorar y toda “mi melenaza” metida en un ridículo gorro de ganchillo de color rosa, con una borla  encima (era de los que llevaba de pequeña), no ayudó para nada a mi auto-estima, es decir poco.
Cuando me miré al espejo me lleve tal susto que a la abuela aún le tiemblan las piernas hoy del rugido (sí, sí, rugido) emitido por mi garganta y mi hermana (el parao), no se acerca a mí más de cinco metros y siempre y cuando haya alguien presente.
Sus caras, lívidas, sus ojos desorbitadamente abiertos, sus incongruentes balbuceos, intentando preguntar, mirado ahora desde la perspectiva del tiempo, eran para reírse y no parar en un mes,
Total que a las 10 de la mañana del día 8 de marzo “Día de la Mujer Trabajadora” para mayor información en la casa en que habito estaban tres temblequeantes seres a los que no les llegaba la ropa a la piel. El estado era de catatónico profundo para los tres infelices que se agruparon como para protegerse al sentir el ruido de una llave en la cerradura de la puerta de entrada.
Afortunadamente era mi madre, no sé de donde saca esta mujer la inventiva para escabullirse del trabajo y acudir en mi socorro, porque a eso venía a buscarme para llevarme a la peluquería. Se ve que lo de que fuera mi hermano el “valiente acompañante” al final le dio apuro por el pobre, que en cuanto la vio lo primero que le dijo, que a él le habían dicho que tenía el nuevo look pagado y no existía nada en este mundo que contradijera aquello.
Llevarme hasta la peluquería dicen que fue algo impresionante. Gente hubo que preguntó que si estaban rodando una película. Para mí que exageran, pero… la verdá yo gritaba, pegaba puñetazos y patadas de tal modo que no recuerdo nada del recorrido.
La peluquera (que luego me enteré que ya estaba avisada) me miró sin decir ni pío. Me hizo sentar en “la silla eléctrica” ejecutora de mi melena, y FLASCA! de un manotazo me quitó el gorro. La visión que se proyectó en el espejo os la voy a ahorrar `porque era realmente espeluznante. Entre el chicle, el enmarañamiento en que había convertido mi pelo la abuela y mi cara de “ningunos amigos” imponía, la verdad.
La tal especialista empezó a negar con el cabezón. Lógicamente mi cuerpo empezó a reaccionar poniéndose rígido, tanto que cuando quise darme cuenta ya no estaba sentada, sino en una extraña posición, con los talones apretados contra el suelo-pared y la nuca contra la silla.
Por arte de magia se llenó la peluquería de “matones de barrio”, (o es me parecieron a mí) que me forzaron, hasta dejarme debidamente sentada y con el enorme barbero corta- pelos puesto.
Llegados a este punto, apreté cuanto pude los puños y cerré firmemente los ojos y allí me quedé oyendo…chas, chas, chas… durante un tiempo eterno.
Me había quedado completamente dormida cuando oí: “Bien… pues esto ya está, anda no seas boba y mírate”.
Abrí los ojos con mucho cuidado y miré, pero no vi, ¿Qué quería que mirara? Si no había nada. Sólo la parte superior de un bolo saliendo de mi cuello y además de un sospechoso color liláceo.
Abrí la boca, pero mi madre me la cerró de un casi guantazo, y fue ella la que habló: “Ahora te ves rara, pero entre el cambio de look, el peso que habrás perdido para el lunes que viene y el montón de ropa nueva vas a estar que ni te lo vas a creer”.
La miré mal, muy mal, pero ella ni caso. Me hizo levantar y me devolvió al galope a casa.
La pobre abuela se quedó con el intento de decir que estaba guapa, porque nada más entrar el olor a albóndigas con tomate me volvió medio loca lanzándome a la cocina como poseída. Pero …¡Qué si quieres arroz Catalina!.  La voz de ¡mi mami, me frenó en seco: “Quieta, ¿dónde vas?, tú ensalada, una pera y pan integral, porque el lunes, cabes en la ropa nueva como yo me llamo Eudosia.
Fueron unos días muy tristes. Deambulaba por la casa, sin muleta ya, arrastrando la venda que se iba deshaciendo, como si fuera una cola de gato, sin que nadie me hiciera gran caso. Fueron días horribles para mí, pero lo peor estaba por llegar.
El domingo, a las 6 de la “madrugada”, Eudosia, mi madre entró hecha un basilisco en mi habitación, debajo del brazo traía la báscula de peso del baño, gritando: “Arriba que hoy tenemos lío”
No sé si fue el susto, la incomprensión o su tno de voz, pero obedecí sin chistar.
Me hizo subir a la báscula, yo no miré, ella sí. Sonrió y abrió de par en par el armario, se sentó en mi cama y sólo dijo; “Empieza a probarte ropa y a conjuntarla”.
Jamás me vi en otra igual, horas pasamos allí las dos, sólo os diré que la abuela nos trajo unos bocadillos de bimbo, como comida. Sólo sé que a una hora oscura del día dijo: “Bien, mañana, te pones esto” y dejó bien puesto en la silla un conjunto completo (ropa interior incluida) cosa que la verdad me dio corte y creí del todo innecesaria.
Lunes 12 de marzo, eso lo dejo para otro día, sólo os diré que la cosa fue…. (mmmmmmmmmmm……….)

miércoles, 7 de marzo de 2012

JAMAS VOLVERE A MASCAR CHICLE !!!!!!!!!!!!!!!

Bufffff...!!!! Perdonadme chicos, pero es que hasta hoy, desde el día de los filetes voladores, no he tenido ni un sólo momento para deciros hola.
Imagino que muchos pensaréis que mi ausencia la ha motivado mi nuevo puesto de trabajo (por si alguno aún no se ha enterado soy la Secretaria de Dirección de la empresa en la que llevo 4 años trabajando) . He sido ascendida recientemente, por motivos que ya muchos sabéis y los que no tenéis ni idea, pues casi mejor que ni os lo explique. Si tenéis mucha curiosidad pues... leeros todo el blog hasta que lo encontréis. Cotillas!
Bien, pues en parte sí y en parte, no. Voy a intentar  ir poco a poco y ver cómo os lo explico sin  que ninguno perdamos el hilo.
Después de la famosa y ya excesivamente comentada comida a la que me refería al principio, en contra de lo que todos, mi familia claro, pensamos, la tarde fue como una balsa de aceite. La verdad es que fue francamente aburrida, al menos los veinte minutos de ella que yo recuerdo.
Los que podían andar  y tenían un buen motivo se largaron a la primera oportunidad y los que no, o sea una servidora, más los otros dos miembros femeninos se quedaron. No es que las que se quedaron conmigo no pudieran andar, que saber sabían y poder podían, pero lo hicieron  tan sólo para vigilarme.
Al principio disimulando:  La abuela: "Pues creo que voy a llamar a la Filo y decirle que hoy ---- tampoco ---- voy a salir a paseo con ella, me siento algo entumecida  después "del trompazo" (mirada de reojo hacia mi persona) si me quedo adelantaré la labor de ganchillo" Mi madre: "¡Ay sí! hoy que podía ir a algun sitio, me siento muy cansada, casi mejor me quedo contigo Rufina y contigo cariño (yo).
La mosca hacía ya un buen rato que la tenía detrás de la oreja,  desde que mi padre cuando se fue me dijo al tiempo de darme el "clásico" besito, me susurro: "¡Más te vale que cuando vuelva estén las dos vivas!". Callé por no liarla y porque soy de buen natural, pero me costó, la verdad.
Entre la abuela ganchillando, mi madre haciendo punto de cruz y la tele-novela dando el coñazo, no tardé ni 20 minutos en anunciar que me iba a echar una siesta. Ni os cuento la cara de alegría que se les puso a las dos, Para fotografiarlas, guardarlo, y sacar la foto en un momento adecuado para el chantaje. Tan dignamente como mi altura, natural torpeza e incordio de la muleta me permitieron salí del salón y me fui a mi habitación.
Nada más entrar en ella ya me arrepentí. Madre del amor hermoso, cómo se notaba que habían pasado por ella las manos de las dos mujeres mayores de la casa. Relucía. Brillaba tanto que bajé la persiana un poco. Miré en busca de algo que me permitiera protestar y lo que encontré fue un paquete de chicles de esos nuevos tan requetebuenos. Total me metí tres de golpe en la boca, puse música y puestos a aburrrirse, mejor hacerlo descansada, me tumbé en la cama.
No sé que hora sería, pero no se veía un pijo, cuando desperté asustada.  Mi sobresalto era porque soñaba, o eso creía yo, que me estaban ahogando con un hilo de seda, como en la tele, cual no sería mi asombro cuando una vez despierta seguía notando que ne asfixiaba. No es difícil  imaginar la que organicé.  Golpes contra la pared, chillidos (que para mí eran ahogados) pero para el resto de la familia no. Total los cinco miembros que tan a gusto estaban en el salón corriendo otra vez como el Séptimo de Caballería por el pasillo. (Suerte que la Filo, la amiga de la abuela, que vive en el piso de abajo, está teniente del todo de ambos dos oídos, porque sino seguro que ya nos habría denunciado).
Encabezaba la comitiva mi padre, que mucho fanfarronear de que es un duro, pero a la que me pasa algo, el pobre se desvive, o se asusta, no losé de cierto, pero correr,  corre. Abrió la luz de mi habitación con lo que además de ahogada quedé ciega. Corrió hacia mí, me incorporó, y noté como un estirón en la cara y su voz chillando: "¿Pero qué es esta asquerosidad?".
Para mis adentros pensé, hablar podía, pero como aún no sabía de qué iba la historia preferí aguardar acontecimientos, pues vaya una casi se muere y su padre la llama asquerosa, y luego hablan de amor familiar,
El chillido de mi madre me alarmó de verdad. Fue como el grito de guerra de los apaches: "Hiiiiijjjjjjaaaaaaaaaaaaa". Fijaros si me asusté que pensé que igual me había muerto y todo y mi padre con la natural sorpresa  había dicho lo primero que le pasó por el caletre.
Me di cuenta de que estaba viva, cuando las manos de la india, empezaron a pegarme unos tirones en el pelo como si quisiera arrancármelos de golpe, o descabezarme, nosé de cierto cuál era su intención.
Me defendí, naturalmente, no ocurriéndoseme nada mejor que hacerlo a patadas, con lo que ni os cuento lo que protestó mi pie. La abuela, como siempre, fue la que consiguió mediar y, lo que realmente tiene mérito, salir indemne en el embrollo.
Resulta que me dormí con los tres chicles en la boca, (me da vergüenza pero he de decirlo), cuando duermo, abro la boca y babeo.
No sé si ya os había dicho que de toda mi anatomía, lo más hermoso, lo que todo el mundo mira primero e incluso llama la atención, es mi pelo. Tengo una melena que es mi cruz y mi gloria. Cruz por el trabajo que me da mantenerla impecable y gloria por lo vistosa qué es. Bueno pues ya no lo es, es decir, ya no la tengo, vaya que me la han cortado. El chicle se enredó en ella de tal manera, que por más aceite de oliva, jabón, y hielo que me pusieron, el  chicle no salía de entre ella ni queriendo.
Por unanimidad familiar, salvo mi voto en contra, se decidió que al día siguiente, debidamente vigilada, mi hermano el que no trabaja se ofreció voluntario, el cara girada ése, si le pagaban la peluquería a él también, que sería llevada a...a "ese lugar" y mi cabellera dejaría de serlo, dejando a mi persona sin su más bello atributo.
Lloré, chillé y me miré al espejo. Lo siento no puedo explicaros lo que vi. Fue tan doloroso que me fui a la cama sin cenar, no  hacen falta más explicaciones, el que me perdiera una comida conmocionó a toda la familia.
 Eso sí, la abuela, sólo ella y sus manos saben como lo hicieron, consiguió meter todo mi pelo en un gorro de ganchillo. Me dormí llorando... y... mañana... os cuento el resto.