Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

domingo, 21 de octubre de 2012

LO QUE IBA A VENIR ERA… UNA NIÑA!!!!!!!!!!


Todo iba a las mil maravillas, hasta que me percaté que, aunque uno no quiera, el tiempo pasa igual. Cosa que me sentó fatal, máxime si se tiene en cuenta que la que me lo recordó fue, Aurorita, que, respecto a esa regordeta señora ya no sé si es que es la visita perpetúa, o directamente, ya vive con nosotros. Siempre está en casa.
Me lo soltó por la mañana temprano. Porque otra de las bondades de la señora, era ésa, la de a las 9 en punto presentarse en nuestra casa, ella decía que para ayudar, (para controlar mantenía yo), toda emperifollada, peinada, vestida, y con la cara profusamente decorada, ella lo llamaba maquillaje.
Total que aquel día, miércoles era, me sumí en la más profunda de las depresiones desde bien temprano.
Reposando en mi sofá, en ángulo recto, respecto al que ocupaba mi madre, oía sus suaves ronquidos, prueba de que además de una “panza ambulante” se había convertido en una auténtica marmota, dormía casi más que yo y eso es mucho dormir aquí y en cualquier otro país civilizado.
Me giré un poco para verla mejor. Realmente era una señora “mayor” muy guapa. Tenía las cejas perfectas, unos preciosos ojos de color Carmelo, la piel clara, y una sonrisa, por favor, años llevaba yo durmiéndome con el recuerdo de aquella sonrisa.
Me enterneció. Si, ¿qué queréis? En el fondo era mi madre y el cariño y la complicidad que habíamos tenido había sido mucha.
Al mismo tiempo que los recuerdos se amontonaban en mi memoria, las lágrimas empezaban a salir de mis ojos.
Sólo recordar lo que había llegado a hacer por mí en el transcurso del último año había motivos más que suficientes para hacerle un estatua.
Sentí como un calorcillo interno y algo se me empezó a ablandar por dentro. Me di la vuelta completamente para quedar de cara a ella y verla mejor.
No, realmente, no es que fuera guapa, pero para mí la verdad es que había sido la mejor madre del mundo.
Recuerdo el día que salimos de compras. Hasta lo del accidente nos lo pasamos francamente bien.
La verdad, es que si, por mi parte, le ponía algo de voluntad, normalmente siempre me lo pasaba bien con ella.
Era la única que sin verme, sólo con oír mi respiración al otro lado del teléfono ya sabía si me pasaba algo o no. Siempre encontraba las palabras justas para ayudarme y, lo más difícil, a veces, casi sin decirlas.
Ya abandonada por completo al sentimentalismo, pensé que en cuanto despertara se lo diría, y también que la perdonaba por “esas cosas que hacía con mi padre y su resultado”. Bien mirado, al fin y al cabo era su marido, mejor que “lo que iba a venir” fuera de su marido y no de otro, pensé.
En estas estaba cuando, de golpe, y dándome un susto de muerte, dicho sea de paso (en aquella familia la tranquilidad era algo desconocido, inusual y muy, muy raro), mi madre saltó literalmente en el aire, toda ella, estirada, en plano, así, PUMBA! para arriba, al mismo tiempo que emitía un, no sé como definirlo, pero que sonaba más o menos así: WWWWWWWWWWWWIIIIIIIIIIIIIIJJJJJJJJJJJJAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
y dando un salto en el aire como los gatos, cayó, panza abajo, dándose tremendo golpe contra el suelo del salón.
Entre el grito, el golpe y mis aullidos pidiendo auxilio, en un momento había más gente en el salón que en el Metro en hora punta.
Yo estaba sentada en el sofá, había intentado correr a salvar a mamá, pero un tremendo dolor en el costado me impidió moverme.
Todos nos llevamos un susto de muerte. D. Guillermo llegó enseguida, era increíble lo rápido que podía ser aquel hombre tan gordito.
La atendió la ausculto, mamá estaba despierta, asustada, temblorosa y decía que le dolía la tripa. Así que el médico llamó a
una ambulancia para que la llevaran al Hospital a Toledo.
Mi padre, que la verdad, razón tenía la abuela, cuando lo mandó corriendo a ducharse, iba lleno de tierra de arriba abajo. Estaba “trabajando” en el huerto, pero tal y como lo veía yo, poca producción íbamos a tener si toda la tierra se la echaba él por encima, lloraba como un niño pequeño. Aquello me impresionó.
Fue el día más largo de mi vida. Pasaron horas y horas sin que nadie llamara, bueno, yo no dejé de llamar a mi padre cada 5 minutos, aunque él cerró el móvil.
Mis hermanos, el que antes ya trabajaba y el que no, que tampoco
se limitaba a echarse algo de tierra encima y a mirar lo que hacían los otros dirigidos por la abuela.
Al final, ya oscurecido, aparecieron por la puerta mis padres, seguidos de muy cerca por la abuela, ella, la muy…. había estado en contacto permanente con su hijo, mi padre, desde su móvil, porque sí mi abuela tenía un snartphone!!!!!!!!!!!!!!!
Venían con cara de cansancio, pero sonrientes, lo que nos pareció a todos un buen augurio.
No es que a mí me preocupara el renacuajo que llevaba en la panza ni nada de eso, pero al ver sonreír a mi madre, se me pasó el dolor de costillas casi del todo.
Detrás de ellos venía D. Guillermo, que, una de tres, o se pasaba de servicial, vivíamos en un pueblo de gente muy sana, o directamente quería arruinarnos con sus minutas.
Todos empezamos a hablar de golpe, hasta que, como siempre, la abuela empezó a mandar:
- Callarse todos. Que así no hay manera de enterarse de nada.
Razón tenía, pero nos costaba tanto dárselo, rezongamos un poco, muy poco, y guardamos absoluto silencio.
D. Guillermo nos dijo que mamá estaba muy bien, pero como estaba dentro de la edad de alto riesgo en embarazos, tenía que seguir guardando reposo y llevando una vida muy tranquila, que el bebé (entonces dijo una cosa muy rara, creo que enloqueció) lo habían estado viendo todo el día (¡¡¡¡!!!!) estaba perfectamente.
Se ve que mi cara era el fiel reflejo de mi asombro, porque sonriendo se dirigió hacia mí y me dijo que lo habían visto a través de la máquina de ecografías, que era como una tele, pero con interferencias, y que estaba creciendo bien y parecía feliz.
Aquí, no sé que me pasó, pero me eché a llorar desconsoladamente. Antes de que nadie reaccionara ya estaba mi madre abrazándome (mamá es así), me acariciaba el pelo, y me decía, “shsss…, shsss…, shsss…, tranquila cariño, todo está bien el bebé y yo” (Todos sabían que a mi no me importaba el sexo ni nada que tuviera que ver con el o la intruso/a). O sea que la más sorprendida fui yo, cuando me oí decir:
- Mamá, ¿qué es? ¿niño o niña?
Ella me sonrió con esa sonrisa que sólo ella sabe darme que me relaja y que me da fuerza y bajito me dijo “niña”,
Llegado este punto mis sollozos eran auténticos berreos eran de ciervo en celo, cuando ella hundiéndome más en la miseria, me pregunto:
- Bueno, ella no va a tener ninguna hermana más que tú, así que debo preguntarte una cosa ¿puedo?
Asentí sorbiéndome los mocos, dispuesta de antemano a decirle que sí a lo que fuera. La pregunta fue:
- ¿Quieres ser tú su madrina? Y escoger su nombre. A ver si por fin conseguimos tener a alguien con un nombre normal en la familia.
Me abracé tan fuerte como pude a su cuello, la verdad es que el costado me dolía mucho, asintiendo de todo corazón.
D.Guillermo se acercó a mí estetoscopio en ristre, interrumpiendo el llanto comunitario que se había apoderado de toda la familia.
Le miré asombrada y más me quedé cuando dijo:
- Tu madre me ha dicho que te has asustado mucho cuando se cayó y que cree que te has hecho daño en la fisura.
Así que era cierto, tenía una fisura de verdad. ¿Os lo podéis creer? y yo pensando que me dolía de tanto estar del mismo lado.
Y mi madre ¿cómo pudo fijarse en mí? Fueron demasiadas cosas para mi cabeza e hice lo de siempre, me fui. Es decir, me desmayé.
Cuando desperté, mi madre estaba sentada en el sofá junto a mí, y notaba algo que me oprimía el tórax.
Antes de que pudiera tocarme me dijo que me habían apretado el vendaje, y que si en una semana más no mejoraba, me tendrían que llevar a Toledo.
No podía hablar, estaba emocionada, mi mamá aún me quería, aún se preocupaba por mí… y entonces el pensamiento más tonto y más real de toda la vida pasó por mi mente…. “Es que madre no hay más que una”.
Obediente abrí la boca, mientras mamá me daba a cucharadas un tazón de caldo (mejunje que me era particularmente asqueroso) pero que aquel día me supo a gloria.

8 comentarios:

  1. genial..no tengo palabras! MADRE SOLO HAY UNA Y TENGO LA GRAN SUERTE DE QUE TU SEAS LA MIA.

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  2. Y yo el tremendo orgullo de que una estrella pequeña, brillante y preciosa como tú sea mi hija y mi guía.
    Te quiero petitoneta.

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  3. Simpre me lo paso genial leyendote. Un beso.

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    1. No sabes cuánto me alegra saber que aún consigo hacerte reír. Un abrazo guapetona.

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  4. Respuestas
    1. No, lo que pasa es que soy muy rápida aprendiendo, y hace poco que empezaron las primeras lecciones, mi maestra es una tal... María.
      Un besazo.

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  5. Siempre me rio con Violeta Davinia y en esta ocasión no iba a ser menos. Aquí ha dejado salir un poco sus sentimientos, me ha gustado!

    Oye, dile a esa maestra tuya que me enseñe a mi, que yo también quiero!

    Sabes que te quiero verdad?
    Bicos!

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  6. Difícil lo tengo!!! Aunque pensándolo bien, díselo tú que la conoces desde mucho antes que yo. Lo sé y tú sabes que te correspondo ¿no?
    Madrecelta

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