Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

lunes, 18 de febrero de 2013

ESTOY TAN AVERGONZADA... TANTO... TANTO ... QUE...


ESTOY TAN AVERGONZADA…TANTO…TANTO… QUE….

Lo sé, lo sé, no tengo perdón, prometí escribir a diario y no lo he hecho. Aunque la verdad es que tratándose de mi, tampoco debería extrañaros tanto. Soy algo inconstante, me disperso fácilmente, y si una no se acuerda de algo, tampoco debe declársele culpable sin más, además… (perdón, perdón… ya me estoy disculpando, es que no puedo evitarlo) Yo me tomé muy en serio la única frase histórica que conseguí aprender: “Contra un ataque lo mejor es empezar defendiéndose” (vale, vale, me la arreglé un poco)
Lo cierto es que, claro en tanto tiempo, han pasado tantas cosas que no he tenido tiempo ni para pensar en que debía escribir. Puede pareceros no creíble pero es el único motivo. A ver cómo lo arreglo, porque ha pasado de todo…
Si no recuerdo mal, lo último que os expliqué es que la abuela se había emperrado en cebar un gorrino y hacer matanza casera. Que el pobre inocente ya estaba en casa y que mi cabeza volvió a sufrir un tremendo descalabro.
Así que de momento sigo con el gorrino “Puerquito” para mí y las gentes de bondadoso corazón.
Mis hermanos y mi padre hicieron lo que pudieron para construir un habitáculo para el animalito, que, yo no vi, hasta pasados unos días, pero dejaba bastante que desear.
Debido al cansancio y a la medicación, el médico del pueblo, el señor regordete simpático, decidió que darme algo para los nervios tampoco iba a serme tan perjudicial. dormí hasta bien entrada la madrugada el sueño más reparador que se pueda imaginar y la verdad me cabreó bastante el despertarme con una gana de hacer “pis” tan grande que tenía que levantarme.
Acostumbrada, casi, a la casa, con los ojos cerrados entre en el cuarto de baño grande, tenía bañera, y la tapa del W.C. estaba acolchadita y suave.
Dediqué mi atención a lo que urgía, con un brazo apoyado en las rodillas y sujetándome la cara con la palma de la mano.
Estaba quedándome casi dormida, cuando ruiditos procedentes de no sabía donde, algo así como un… gñick, gñick… me hizo abrir los ojos como platos. No soy miedosa, lo mío es precaución, pero aguanté la respiración – así oigo mejor – y presté atención.
No podía definir de donde salía el ruidito, pero cada ver era más cercano.
Acabada mi urgencia, procedí a las medidas higiénicas de rigor y a la inspección  del cuarto de baño. Al fin después de poner “orejilla fina” en todos sitios, deduje que el sonido procedía de la bañera.
Hay momentos en mi vida que ni yo misma alcanzo a comprender en los que me nace una valentía que no tengo ni idea de donde sale,
Salió ese valor y en un arranque, abrí la mampara de la bañera. Tal cosa no hiciera en la vida. Dentro de ella de un tamaño casi increíble, había un sonrosado animalito que hacía gñick… gñick…
Ignorante del todo de que bicho se trataba, aparte de que olía algo mal, pero mofeta no era, porque en Bambi era negra y blanca y aquello era  rosado, creí que por fin mi padre se había decidido a comprarme un mastín del Pirineo, recién nacido de ahí su carencia de pelo.
Me falto tiempo para engancharlo para abrazarlo y acariciarlo. Ya me pareció que tenía la boca rara pero… lo acerqué a mi mejilla y… y… me mordió en una oreja!!!!!!!!! emitiendo un largo chillido yo y él su alfeñique gñick…gñick…
Lo solté sin miramientos sin dejar de chillar.. Bueno el resto es fácil de imaginar tanto chillido mío hizo subir el volumen del gñick… de.. de… aquello.
El resto es fácil de imaginar, bueno igual no, porque la que menos podía correr fue la que llegó antes, mamá claro, luego la abuela y detrás los valientes caballeros de la casa.
Se ve que … la cosa… había hecho que mi oreja sangrara, cosa que llevó a mi madre a emitir unos ruidos de lo más semejante a una ambulancia que he oído jamás. La abuela que iba detrás de ella, medio dormida, por puro instinto e imitándola, empezó a aullar también.
Los caballeros agolpados, sin entrar, en la puerta, por no ser menos, imitaron a las damas. Y el pobre animal estrellado en el suelo, sacando toda su potencia de voz, se animó a “gñickear” más fuerte.
Yo temblaba de pies a cabeza, la oreja me dolía cada vez más y al ver en el espejo que la sangre llegaba a mi pijama, gracias a mamá que entre su panza y sus brazos me sujetó fuertemente contra el lavabo, no di con mis huesos en el suelo.
Pasaron horas, según yo, segundos según todos los demás. Entre
ellos la vecina, como no, que para mí que dormía en la otra cama de la habitación de la abuela, se tenían unos secretos que no me gustaban nada. Las dos mantenían la absurda postura de que el pueblo nunca, pero nunca, se habían cerrado las puertas de las casas con llave, y sus casas no iban a ser las primeras.
Absurdo. Quedarse así de desprotegido, podía entrar cualquier cosa, desde un ladrón a un animal furioso. Porque a aquellas alturas ya tenía claro que aquello un mastín del Pirineo no era.
Allí estaba yo a punto de morir desangrada porque un bicho feroz había entrado en casa… Aunque me intrigaba como podía haber cerrado la mampara…
De repente y sin previo aviso, siempre le entraba hipo antes, mamá se echó a llorar. Mucho caso no le hicimos, la verdad, nos tenía tan acostumbrados últimamente a sus cambios de humor…
Cuando pudo hablar, le dijo a mi padre:
- Mira Rufi, esto no puede, ser, ni lo de vivir en el pueblo ni lo de este pobre gorrino.
Ahí sí, ahí sí que estallé:
- GORRINO, eso es un GORRINO!!!!!!, embusteros, mentirosos, eso no puede ser un gorrino, si no le cabe ni media docena de chorizos, como va a serlo, ni tiene jamones, ni butifarras, ni nada, seguro que es un animal venenoso y no queréis decírmelo para que no me de cuenta y me muera sin enterarme.
En medio de tanto alboroto, vi una cara verde oliva con una especie de toalla envuelta a la cabeza, y lo comprendí todo. Era el efecto del veneno, pues como era un alucinación la enganché por el cuello y me líe a tortazos… que si no me la quitan no lo cuentan, era la vecina….
Reaccionando de nuevo,  me encaré a la familia, y les exigí explicaciones.
Con voz, que me irritó un montón, mi abuela me dijo:
- Es el gorrinico que han ido a buscar tu padre y tus hermanos pero como son unos manazas no han acabado el corralito, y fue el mejor sitio que se nos ocurrió para que pasara la noche.
La mujer seguía insistiendo en que “aquello” era un gorrino. Le pregunté:
- Pero abuela por dios, de donde va a sacar usted jamones y chorizos de eso? (No había visto un cerdo en toda mi vida)
- Porque ahora hay que engordarlo y hacerlo crecer, para en diciembre matarlo y hacer los chorizos y todo …
No la dejé acabar,
-ASESINA!!! Cómo es usted capaz de criar a un animal para luego matarlo. A “Puerquito” no lo toca nadie, antes me matáis a mi (mentira descarada).
Se lió otra buena tanda de gritos y despropósitos. De la calle entraba una luz como si fuera de día. Todos los vecinos estaban mirando por las ventanas, y a lo descarado, con todas las luces encendidas.
Otra vez, sin previo aviso, mi madre, no, no se echó a llorar, pero gritando más y mejor que nadie, sentenció:
- BASTA!!!!!!!!!!!! Se acabó. el gorrino, la matanza, la estancia en el
pueblo y todos estos lios. Sentándose en el suelo y esta vez ya llorando, siguió:
-No puedo más. Quiero irme a casa, a “mi” casa en la ciudad. Quiero que la hija que ya tengo no se vuelva más loca de lo que ya está (intenté protestar pero el agudo dedo de la dedo de la abuela en mi costillar me silenció de dolor); quiero que la hija que va a nacer lo haga en un Hospital cerca de casa, sin tener que ensayar cada dos ó tres días el tiempo que tardaríamos en llegar a Toledo, No quiero ver una matanza. No tengo por qué. Nunca he visto ninguna y no veo la necesidad reempezar ahora. Rufina si usted se quiere quedar, es su vida, haga lo que quiera, pero yo en
Navidad quiero estar en mi casa, con mis cosas, con las cosas de la niña compradas con amor y tiempo entre Violeta Davinia (nunca lo sabréis) y yo, sin prisas, con todas las comodidades del mundo y… QUE ESTOY DEL PUEBLO HASTA LAS NARICES, nadie es feliz, todos discutimos y o se viene alguien conmigo o me voy sola.
Me faltó tiempo para abalanzarme sobre ella y decirle que yo siempre estaría de su lado.
Se giró hacia mi con una sonrisa que se le congelo al tiempo que grutaba:
- RAPIDO, HAY QUE LLEVAR A LA NIÑA AL HOSPITAL, A QUE LE CUREN LA HERIDA Y LA VACUNEN CONTRA EL TETANO, QUE LE TOCA ESTE AÑO, NO VAYA A COGER UNA
INFECCION… (se me fue la luz de los ojos)
Lo último que recuerdo es estar comiendo una piruleta acostada
en la cama de mamá, mientras ella me miraba sonriente…

                                                            continuará…

3 comentarios:

  1. Se te echaba de menos por aquí!!!

    Al fin consiguió, o eso parece, volver a la ciudad. Aunque lo suyo le ha costado, hasta que le muerda la oreja un cerdo...jajaja. Me has hecho reír una vez más!

    Espero con ansía la nueva entrada!

    Besos, querida amiga!

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  2. Jajajaja, me voy a pasar el día imaginando a la madre sonando como una ambulancia (eso me recuerda a "La Sire" de una peli de humor de los 80, creo que una de las de Loca Academia de Policía), y todo el coro detrás aullando... Gracias por regalarnos tantas carcajadas!!!!

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  3. ¡Me hiciste c...r de risa! Que continúe pronto!!

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