Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

martes, 28 de febrero de 2012

LA REBELION DE LA ABUELA

Es impresionante, me lo cuentan y les digo que están locos, pero resulta que no, que es verdad. Ayer, a la hora de la comida, en principio, me negué a sentarme en la mesa, pero una sola llamada de mi madre me bastó para olvidar mi dignidad, principios, todo vamos y perder el culo, dándome tanta prisa como me permitían la muleta, el pie, y mis kilos de más para presentarme en el comedor como es debido.
Delante de mí había un enorme plato lleno de cosas raras, verdes en su mayoría, verde claro, oscuro, raro y más verde. También algo blanco que parecían ramitas rotas, algo rojo, que eso sí sabía lo qué era, tomates, unos garbanzos raros amarillo chillón, unas tiras casi transparentes asquerosas (al menos a la vista) como unos gusanos y algo morado, ¡ah! también había pimiento. Lo sé porque me da un asco...
Sumida en tan triste contemplación, de pronto mis sentidos, todos, menos el gustativo se llenaron del aroma, divino, maravilloso, de los filetes empanados que hacía mi abuela. Cerré los ojos sumergida en una especie de trance y con ello gané que el único, pequeño, y raquítico trocito de pan que me estaba permitido me lo "birlara" mi hermano.
Mis ojos echaban relámpagos y mi boca se abrió dispuesta a dejar salir, solo dios sabe qué, cuando pasándolo por debajo de mi nariz, le pasaron  a mi padre un plato de sopa, hecha con caldo casero, rico, aromático, espeso, y se me fue el santo al cielo.
Timidamente pregunté si querían que fuera yo a la cocina a buscar la bandeja de los filetes empanados. No hubo respuesta. Sólo dos miradas, la de mi madre y la de la abuela Rufina, una de "a mí no me la das" y la otra, la de la buena de la abuela de "se siente".
Empecé a pasear el tenedor por el plato, siendo amonestada casi de inmediato, el chirrido que hacía contra la loza, al parecer, molestaba los delicados oidos de mi otro hermano, el mayor, el hombrecito de la casa, el orgullo de la familía, el informático, con carrera acabada.
Miré a mi alrededor y no sé  porqué lo hice, siempre nos sentábamos igual, mi padre a mi derecha, en la cabecera de la mesa, a mi izquierda mi hermano "el parao-ladrón-de-pan", enfrente el gran hermano, mi madre que no me quitaba ojo de encima  y a su lado, la abuela Rufina a continuación (estaba algo sorderas y así estaba más cerca de la tele y oía mejor) o eso decía, siempre he pensado que era para poder ir y venir de la cocina a su antojo.
Contrita y con un rugido en la tripa que hubiera ablandado a un tigre, empecé a llenarme la boca de aquéllas hierbas. Masticaba tan poco a poco como era capaz, al menos pensé que me duren toda la comida.
Acabada la sopa, con unas caras de "por favor qué buena estaba", la abuela se llevó los platos hondos y seguida de mi madre, fueron a la cocina las dos. Siempre había algo para acompañar el segundo plato. Supliqué en silencio que no fueran champiñones.
Regresaron y no, no eran champiñones. Mi madre dejó en medio de la mesa, una gran bandeja de hierbas. Aquéllo me enterneció, sé que jamás lo reconocería, pero sabía que lo había hecho por mí. La miré y nos sonreimos.
La abuela llevaba otra bandeja con los filetes empanados, era norma de la casa, el que la primera ronda la sirviera alguien responsable, nunca me dejaron hacerlo a mí,  para que hubiera un reparto equitativo, y después ya entrábamos en el tema de "el que fuera más rápido...".
Siempre servía primero a mi padre, por lo que empezó, mirando de frente por la derecha de la mesa, pasando por detrás de mi hermano y desapareciendo de golpe. Sí, sí, desapareció, oimos un fuerte golpe, quisimos mirar pero la visión de unos 30 filetes empanados volando por todo el comedor nos lo impidió, seguíamos el vuelo de los filetes como hipnotizados, y, por lo que a mi atañe, rogando se cayera uno cerca de mí, a poder ser en mitad de las hierbas.
El silencio era sepulcral, todos, menos yo, naturalmente, estaba invalida, se levantaron y acudieron en tropel., todo hay que decirlo, mis dos hermanos a rescatar los filetes salvables y mis padres a socorrer a mi abuela,  que estaba estirada panza abajo detrás de mi silla sin saber por qué. Lo que si pensé fue ¡vaya caida más tonta! pero se van a tener que aguantar, filetes pocos iban a comer. Está mal, pero me alegré.
La sonrisa se borró de golpe de mi cara cuando oí a mi madre chillar, Violeta Davinia (no, no, no) tú tenías que ser.
¡Ah no! ¡Hasta ahí podíamos llegar! Que me echaran la culpa a mí por la caida de la abuela no lo iba a tolerar. Todos los argumentos se fueron a la porra, cuando mi madre señaló la muleta que, vale, puede, quizá sí que estaba mal apoyada en la silla y sobresalía algo, pero no era para...
¡Cállate! Solo falta ahora que la abuela se haya roto algo. ¡Mira eso sí que me asustó! Me daba a mi que la abuela seguro que me guardaba algún filete para dármelo después, y sí tenía algo roto con lo quejica que era, no como  yo, que sufría en silencio lo de mi pie, a ver quien me iba a suministrar todo lo prohibido.
La pobre Rufina, sólo decía,: !Dejadme sola, dejadme sola, que me apaño mejor1. Es que con las prisas, mis hermanos ya había recuperado todos los filetes recuperables, y también intentaban ayudar,  cada uno tiraba por un lado, es decir que lo mejor que le podía pasar a la pobre mujer era eso, que la dejaran a ella sola.
Se levantó se sacudió como un Labrador, y me soltó una retahila de tales barbaridades que hasta a mi padre se le pusieron las orejas coloradas, y yo, en silencio, me despedí de su (por mí)  supuesta ayuda en el asunto de las comidas.
Eso sí, cuando se cansó, calló sólo se oía el presentador de las noticias de la tele, se sentó y le dijo a mi madre: "Y tú, ahora ve a hacerme una tortilla a la francesa, que tengo hambre y me da asco comer esa carne recogida del suelo, Andando!
Corriendo se fue la mujer. En un lamentable  intento de reconciliar la situación quise decir algo, pero no pude. Mira que ya han pasado horas, pero aún no acabo de creer lo que  hizo la abuela, primero me miró de una manera que deshacía el polo norte y luego, luego...ME SACO LA LENGUA!!!!.
Fue una declaración de guerra, y por desgracia yo tenía muy claro quien iba a ganar.

lunes, 27 de febrero de 2012

Y AHORA... REGIMEN !!!!!!!!!!!

No puede ser, me está pasando a mí, a mí y no doy crédito. Pero que asco de planetas, estrellas, meteoritos, o lo que sea, se han puesto de acuerdo confabulándose en mi contra!!!! Todo, absolutamente todo me sale mal.
De la noche a la mañana se muere la pobre Tessma (con dos eses). Me despido. Vuelvo al trabajo. Me ascienden, me suben el sueldo. Me voy de compras con dinero hasta para tirar, (porque mi madre no me dejó, pero en una tienda quería darle propina al guardia de seguridad, ¡estaba de un cachas!). Me descalabro. Me destroza el pie una gorda, casi provoco un infarto masivo en casa. 
Me arrestan, vale, la poli  no, peor aún, mi padre. Paso 20 días como una monja de clausura,  (desde que se me escurrió de las manos el móbil y se fue por la taza del W.C. , si querer, y el inhálabrico saltó de la mesita de noche (juro que fue él sólo) al suelo, quedando el pobre que ni con el trozo más grande se podían hacer unos pendientes), he permanecido incomunicada del mundo exterior. 
Sí, vaaale, tenía la tele pequeña de la abuela, que a la pobre le dí pena y me la traía en cuanto se iba mi padre a trabajar y se la llevaba antes de que volviera. Que no sé si eso era mejor o peor, porque casi siempre veía cosas ya empezadas y no podía de terminar otras.. 
Pues bien, hoy, que hace 20 días de aquél infortunio tan horroroso, he vuelto al médico, me han quitado la pedazo escayola del pie, me lo han radiografiado, y eso no me gusta nada, porque a ver los que te radiografian se esconden ¿No? Pues por algo será digo yo, volvimos, mi madre y yo a la sala de espera, hasta que me tocó el turno y el doctor, bendito sea por siempre su nombre, que ahora no recuerdo, pero da igual, me dice:
- Muchachita ( Muchachita ¿¿¿¿a mi???? ? a quien mis hermanos llamaban en el recreo si los amigos se metían con ellos, porque mi altura los acongojaba), pues todo está muy bien. De pronto no sabía de que me hablaba. Con lo de muchachita me había descolocado un poco, así que miré a mi alrededor y la verdad, lo mejor que se me ocurrió decirle fue que sí, que estaba bien la consulta, pelín antingua pe..., aquí mis costillas doloridas por el codazo materno me avisaron de que las cosas no iban precisamente por esos derroteros, así que cerré el pico y escuché. 
¡Ah el médico se refería a mi pie! dijo que con una semana más llevando un ligero vendaje compresor y andar con cuidado, mejor con una muleta, (no di saltos de alegría porque no podía, ¡Muletas! eso era un pasaporte para que todos te tuvieran  una consideración especial
Le pregunté si podía ir a trabajar y me dijo que sí, pero...¡con muleta!, yijaaaaaaa...!!!!!!!!!
Más contenta que unas pascuas salí del ambulatorio pensando en muletas de colores, varias, para poder combinarlas con la ropa, mi madre no tengo ni idea en qué pensaba, pero cuando le conté lo que yo pensaba, me soltó un:; "Tas como una cabra" Tenemos las de tu hermano de cuando jugaba al fútbol, bueno, jugar, jugar propiamente dicho, más bien poco, pero para lesionarse le faltaban días de entrenamiento.
Hecha una furia le pregunté: ¿Cuáles aquéllas grises tan largas y feas? Con una paciencia que sólo tienen las madres, me contestó. "Sí hija sí" y de largas nada, que tu hermano sólo te pasa cinco cen´tímetros y son regulables, o ¿La señorita quiere unas de Vittorio Luchino? Iba ya a contestar que no sabía que diseñaran también cosas ortopédicas cuando algo que vi en sus ojos me dio a entender que no era una buena pregunta. Así que con un sencillo "Vale", volvimos a casa.
Entré llamando a gritos a la abuela, para darle las buenas noticias, y cuando me disponía a dispersar mi anatomía en el sofá, una idea genial atravesó mi mente. Podía empezar a probarme la ropa que me había comprado el día del infortunio, conjuntarla de la forma, buscar los abalorios, en fin,  todas esas cosas.
Contenta como un ajo,  fui a mi habitación, abrí de par en par el armario y empecé a tirar ropa encima de la cama. Toda de la nueva claro, al tiempo que iba quitando las etiquetas con unas tijeras, cosa rarisima en mí que acostumbraba a arrancarlas con los dientes. Pero es que aquélla vez era "especial".
Cuando el montó ya adquirió las medidas de un rocódromo, decidí que podía empezar con las probaturas.
Cogí al azar unos pantalones. Me costó un poco meter el pie sin causar daños mayores y llegó el momento feliz de intenso placer cuando sientes deslizar la ropa nueva sobre tu cuerpo. Colocados en donde debían estar, procedí a abrocharlos y... y ... y...no... no me llegaban, me quedaban pequeños!!!  Faltaba casi un dedo para poder abrocharlos. Me eché a llorar desconsoladamente y  a grito pelado. 
Acudió toda la familia en masa. Pero era tal mi desconsuelo que no podía ni explicarles lo que me pasaba. Además, no lo entendía, porque hacía años que mi peso no variaba.
La abuela como siempre, nos sacó de dudas a todos. Durante 20 días había permanecido inactiva, es decir, porque además es verdad, que no había movido ni un dedo, y claro eso se nota en el peso. Aparte de que comí tantas chuces que hasta cosa me daban.
La explicación era buena, pero no me sirvió de consuelo. A ver ¿Cómo podía yo ir al día siguiente a trabajar con la ropa de mi antiguo puesto de trabajo? Eso era, era... ridículo. No podía ser de ninguna manera, si hasta tenía pensado maquillarme y todo ¿Qué podía hacer? Toda mi vida profesional estaba en juego por tan sólo un casi centímetro. 
Allí opinaba todo el mundo, el bestia de mi hermano dijo que si me ponían una pinza en los costados, igual conseguíamos algo.
Salió por piernas de la habitación, eso sí la caja que le tiré le dio en todo el coco. Empezaba a formarse el clásico jaleo que en mi familia suele producirse por nada y con los que pasa igual que con un alud, empiezan por casi nada y acaba enfangado hasta el chino de la esquina.
Fue como, casi siempre en ausencia de mi padre, mi madre la que dio el grito de: ¡ALTO!
Como en el ejército. Todos mudos. "Tú" a mi, "Recoge todo este mundo de ropa, guárdalo y ponlo en su sitio", "Rufina, (me pareció que la abuela se ponía firme y todo, pero igual sólo fue una impresión), esta noche a Violeta Davinia, (el otro no os lo diré jamás), pero me eché a temblar, cuando decía mi nombre completo es que la cosa era muy, muy seria, nada de filetes empanados, lechuga, tomate, zanahoria y pepinos, una manzana y a la cama".
Quise meter baza pero no tuve opcion. "¿No quieres ir guapa a la oficina? Pues pon algo de tu parte. O sea,  ajo y agua. Fina manera de decirme un taco gordo pensé. "¿Rufina me ha entendido?", "Señora, sí señora" contestó la pobre infeliz. Casi cae fulminada por la aviesa mirada de mi madre. "Bien pues así todas las comidas durante toda la semana".
No me aguanté y se me escapó ¿Y mañana qué me pongo?, La respuesta por lo rápida e incisiva casi me hizo llorar: "La boina de mi padre". Prosiguió con las mandíbulas apretadas y la voz silbante
"Escucha, atiende y entiéndeme bien. Seguirás de baja toda esta semana. Mañana iré a buscar el parte de confirmación y lo llevaré a la empresa ¿Entendido?"
Asentí con la cabeza, los oojs llenos de lágrimas pero aún no había terminado, la cosa siguió: "Sólo faltaría que además del dineral que te y "me" (¿¿¿¿???) has hecho gastar no pudieras ponerte esa ropa. A finales de semana quiero que peses 3 kilos menos, y que ni se te ocurra volver a engordar.
Digna y con gesto altanero, bueno esta frase es de una novela, salió de la habitación dejándome a mí, destrozada y con un hambre anticipada para parar un camión y llevando tras de sí a la abuela Rufina diciéndole "A ver si se va a enfermar la muchacha" a la tercera vez que lo dijo oí "Shsssssss..." y reinó el silencio.
Y por eso y muchas otras cosas más es por lo que estoy convencida de que he venido a este mundo sólo a padec...
(Mamá ha vuelto) "Violeta Davinia (no os lo diré) Si te portas bien, comes sólo lo que te demos y no rompes nada más, puedes volver a estar con nosotros en el comedor.
Casi me desmayo. Ni como un mal pensamiento había imaginado que aún estaba bajo "arresto habitacionario".



lunes, 20 de febrero de 2012

lunes, 13 de febrero de 2012

Hola !!!!...¿Hay alguien que me escuche?

Estoy en la cárcel. Bueno creo que la forma correcta de decirlo es "Reclusión domiciliaria", concretando más, mi estado actual es el de "Reclusión habitacionaria". No me dejan salir de la habitación para nada, salvo para las urgencias del W.C. y eso con supervisión, a poder ser, dependiendo de cuántos miembros de la familia estén en el domicilio familiar en ese instante, de más de una persona.
Todo empezó,  no me acuerdo del día, pero es igual,  estando yo  instalada en el sofá del salón, con la tele encendida, (pura tele-basura), rodeada de galletas, libros, (uno), revistas, agua, manta, en fin, lo mínimo imprescindible para  que alguien en mi estado se sintiera bien, dentro de lo posible.
Me aburría como una ostra. ¡Ya me acuerdo! Fue el sábado. Yo había imaginado un finde rodeada de mis amigas, cotilleando sin parar, comiendo los bombones que seguramente me traerían, pero resulta que una de ellas se casa el próximo mes de mayo y es la más quisquillosa de todas, por lo que decidió que este sábado pasado era un buen día para celebrar la despedida de soltera. Todo porque  en la última que celebramos, la novia casi se fuga. Se enamoró de un tío que también estaba de despedida y entre lo que le dieron al lerele (bebercio) y el desmadre natural en estos eventos la liaron parda. Vamos que se les metió en la cabeza que se fugaban con los billetes de ambos del viaje de novios, es decir en vez de 8 días y 7 noches en la Riviera Maya tendrían en total 16 días y 14 noches. Sólo dios sabe lo que nos costó, no ya convencerlos, sino separarlos, que parecían enganchados con super-glue, Y Pili, que es muy mirá para sus cosas, le ha dado por decir, que si le pasa algo similar, necesita tiempo para rehacerse. 
En una de las miles de miradas que lanzaba sin parar a mi alrededor, mis ojos se posaron sobre las hábiles manos de la abuela. Era la única que tenía la paciencia suficiente para aguantarme, al decir de los otros. (No sé si el que esté ya algo teniente de ambos oídos tiene algo que ver) No paraban quietas, el ganchillo entraba y salía con una facilidad pasmosa lanzando brillantes destellos como si fuera una daga pequeñita y la puntilla que salía de entre sus manos era cada vez más larga.
Me imaginé una gran y hermosa puntilla blanca adornando un precioso vestido blanco, (también hecho por mí, aunque ignoro cómo) con el que mi moreno (ni a finales de verano tenía mi piel algo de color, aparte de abundantes pecas), y se lo dije a la abuela.
Bueno!!!! Lo contenta que se puso. Tiempo le faltó para salir pitando. Como es natural supuse que era para ir a buscar ganchillo e hilo, pero no, fue en busca de mi madre, para que intentara ¡¡¡NO OS LO VAIS A CREER!!!! disuadirme. Ni por éstas. Ellas tozudas, pues yo más. Total que la abuela fue la que dijo la última palabra. Traeré un ganchillo grueso y lana, así te será más fácil aprender.
Cuando regresó nos pusimos manos a la obra. Aquéllo era más complicado de lo que yo había imaginado. Cuando conseguí deshacer el nudo que se hizo sólo, palabra, de la lana, e intentaba meter el ganchillo en el lacito que decía mi abuela tenía en la otra mano (no conseguí llegar a verlo) él cobraba vida propia y no había manera, lo intenté, juro que lo hice, pero él, el ganchillo no se dejaba. Después de una media hora de sudores gritos y casi saltarle un ojo a la abuela, ésta arrancó de mis manos un desesperante lío de lana y el arma llamada ganchillo, con el grito de ¡Se acabó!  y se lo llevó.
En su ausencia vino a mi memoria una cosa, que si no recordaba mal, también era del género "labores", una que me fascinaba, Era como un cilindro no excesivamente duro que mi abuela se ponía en las rodillas y apoyaba en algo, que tenía colgando unos hilos  de los que pendían unos palitos que ella movía con una agilidad pasmosa y también salían unas puntillas preciosas.
Volvió la abuela acompañada de mi madre y algo que vi en sus caras me hizo entender que era mejor que me adelantara a ellas. Es decir, sacarles ventaja. Así que empecé a parlotear entusiasmada, la cara de la abuela se iba avinagrando por momentos, pero la de mi madre, ante mi enorme sorpresa, se iluminaaba.
Acercándose a mí, que me encogí por si acaso, me dio un beso en el pelo y me dijo: "Claro cariño, eso es hacer "bolillos" La verdad, sonar no sonaba muy bien, pero se puso tan contenta que yo, por seguirle la coriente afirmé: "Eso es, sí, los bolillos".
Saltando con una rapìdez que desconocía en ella se lanzó a la trampilla del altillo para ir a buscar el "utensilio". Me lo colocó en las piernas, habilitando, no me pregunteis cómo, una especie de tienda de campaña para que pudiera apoyar el cojín, así se llama el cilindro blando y empezó a explicarme con gran entusiasmo como funcionaba. La abuela se batió en retirada diciendo que ella no quería intervenir en aquella locura. Total, mi madre explicaba, yo asentía sin enterarme de nada. y la abuela, desentendiéndose, se instaló en su sillón y siguió dándole al ganchillo.
Llegó el momento, finalmente, en el que mi madre decidió que ya podía manejarme yo sola con el chisme y se fue a prepararme la merienda. Le pedí unos sandwichs calientes de jamón y queso, zumo de naranja, y yogur. Se fue tan satisfecha que daba gusto verla.
Me quedé mirando el trasto aquél y con aire de entendida empecé a mover los palitos aquellos que hacían, eso sí, un ruido pequeño pero insistente, cansino, para que nos entendamos. Me entusiasmé de tal manera que cuando quise darme cuenta estaba a punto de morir asfixiada por un hilo que no sé como  dio la vuelta alrededor de mi cuello y tirara para donde tirara sólo conseguía sentir más ahogo.
A mis gritos acudió la abuela tijeras en ristre, y cortando por lo sano, me liberó. Cuando conseguí respirar normalmente, agarré el cojín y lo lancé lejos de mi con todas mis fuerzas. Mis fuerzas lo llevaron hasta la entrada del salón, justo en el momento en que entraba mi madre portando una bandeja con mi merienda.
A partir de ahí todo se vuelve muy confuso, mi madre tropezó primero con el cojín, salvó la caida con un hábil salto, que, eso sí, le hizo lanzar por los aires la bandeja y su contenido, al tiempo que lanzaba un esténtoreo grito. Con lo que ya no pudo mostrar sus habilidades saltarinas fue con los palitos, empezó una lucha a muerte con ellos, gritando desaforadamente. Mi padre asustado acudió corriendo, con lo que se unió al baile. Total los dos por el suelo hechos un cuatro.
Tanto aullido pudo con los decibelios emitidos por los altavoces de mi hermano que acercó a mirar, Pero él, eso sí, a su ritmo, sin prisas, (su máxima es: "No vayamos a hacernos daño") viendo el espectáculo en todo su esplendor.
Cuando mi abuela consiguió salir de la parálisis momentánea que tales hechos le habían provocado, acudió en su ayuda, Recogieron primero, reconozco que fueron muy listos, los palitos, y luego se acercaron a los que desde el suelo los llamaban a gritos.
Resultado: Mi padre: Esguince de tobillo (15 días de reposo), Mi madre: Esguince de muñeca: (otros 15 días).
No sirvió de nada que dijera lo mucho que lo sentía, mientras los levantaban, los llevaba, (mi hermano) al Hospital, y cuando volvieron a casa, Nada no sirvió de nada.
El silencio era tal en el salón que me entró canguelo la verdad. A todo esto regresó mi hermano, el otro, el que trabaja y tiene pelas para salir. El pobre al ver a tanta gente vendada se asustó, pero mi padre lo hizo callar y procedio a dictar setencia::
. Agarra a esa loca, llévala a su cuarto, túmbala en la cama y que nadie, absolutamente nadie la deje levantarse y salir de la habitación si no es para lo estrictamente necesario.
Intenté protestar diciendo que no tenía tele. Fue peor. Una vez en mi habitación apareció mi padre, seguido de mis dos hermanos, cargados con los tomos de La Enciclopedia que hay en todas las casas y que nadie mira nunca. Sólo dijo.
- Calla. Estudia y aprende.
Eso sí, me traen de comer y beber y si alguien me llama y no es al móbil me pasan el inhalámbrico, de momento no tengo permiso de visitas, pero mi situación es desesperada y nadie me entiende. Las veces que he intentado  explicárselo a alguien por teléfono, se ponen a reir enloquecidos y yo me veo obligada a volver a mi soledad.
Ayssss,,,!!!!!!!!

jueves, 9 de febrero de 2012

TODO ME PASA A MI...!!!!!!

Para mí que me ha mirado un tuerto y además jorobado, porque sino no me explico como pueden pasarme tantas cosas malas en tan poco tiempo.
Ayer por la tarde llegó a mi casa, de parte del  Hombrecito (Gran Jefe) un enorme ramo de flores, con una nota deseándome la mejor y más rápida de las mejorías. Sé de sobras que esoes costumbre de la empresa. El  Hombrecito (Gran Jefe) es un señor chapado a la antigua y cree que, con detallitos así, puede paliar la falta de aumento de sueldo, ¡pobre! Y lo sé d, porque una de mis  antiguas obligaciones consistía en ocuparme de estas "cosillas". ¡Qué gusto daba pensar así!
Lo recibió mi abuela, normal, el resto de la familia, la parte útil, es decir la que tenía trabajo, estaba a lo suyo, y el otro, como siempre, desaparecido en combate.
Me  lo dejó en el regazo, mientras ella iba a buscar un jarrón para  ejarlo bien a la vista y así lo verían todos.
¿Qué me había perdido? ¿Es que habían montado una convención en casa sin avisar? ¿O qué?.Regresó con el jarrón, lleno de agua, recogió las flores y las puso dentro. dejándolas después encima de una mesita que habían instalado a mi lado, con el teléfono, vaso de agua, revistas, libros varios, libreta y bolis.
La abuela se pusó a hacer ver que ordenaba cuando el teléfono empezó a sonar y como yo lo trenía a mi lado, hice una excepción y contesté.  Era una llamada para ella de la Filo, su amiga del quinto, con la que solía salir a paseo cada tarde, pero que, desde mi accidente, había sido suspendido. Para hablar más tranquila se fue a  la cocina. Luché contra el deseo de cotillear escuchando la conversación, pero no me costó mucho vencerlo porque- a ver ¿De qué narices iban a secretear dos ancianitas como ellas?.
Paseé la mirada por el salón comedor. Era algo sorprendente pero desde el accidente cuando no tenía a nadie cerca para cumplir mis deseos, me ponía de mal humor, debía ser la medicación, porque yo no soy así.
Llevaría un minuto hablando por teléfono la abuela, cuando me entraron unas enormes ganas de hacer pis.
Pensé que, pasados casi más de dos días, podía ir yo sola tranquilamente, porque mi maltrecho pie, quedaba debidamanete protegido dentro de la pelota-blanca-de-escayola, así que,  podía apoyarme "algo" en él.
Sin pensarlo más, apoyé las manos en los brazos del sillón, apoyé todo mi peso en  el pie bueno, y me puse en pie, Bien, la cosa iba bien. Levantada .de pie, sin marearme ni nada.  Con mucha cautela, tanteando el terreno empecé la operación avance con mi pie-pelota-escayola, por delante,  apoyándolo con mucho ciudado en el suelo, pero, sin ver, que justo debajo de donde tan cuidadosamente lo iba a apoyar había un poco de agua que se  había caido del jarrón  al suelo sin que la abuela sediera cuenta., Por lo que, como si de un patín sobre hielo se tratara, la escayola empezó a resbalar, independiente, sin tener en cuenta ni mis deseos ni mis órdenes, como si tuviera vida propia.
Mi cuerpo la siguió sin poder evitarlo, perdiendo totalmente el equilibrio, resbalando tras ella siguiendo el camino que  tan bien trazaba. El parqué estaba limpio como una patena y resbaladizo como una pista de hielo, por lo que atravesé todo el salón hasta que mi pie-pelota-escayola, dio un fuerte golpe contra la pared, y se abrió como una sandía.
Sólo grité una vez, y que conste que no fue ni por dolor ni por miedo, sino de pura sorpresa. La abuela ya había llegado corriendo  de la cocina y la vecina de abajo, que tenía llaves por si acaso, entraba ya por la puerta de la calle. Quedé semi sentada en el suelo, mirando atónitas las tres como se había partido  la escayola en dos, limpiamente. Guardams un profundo silencio, interrumpido por el vozarrón de mi hermano, el parado, provocándonos el normal sobresalto preguntando, ¿Qué ha pasado?
Apartando a las dos de más edad, me levantó en brazos, cosa muy meritoria, dado mi 1,80 de altura y mi  "adecuado" peso, dejándome en el sofá.
Llamó inmediatamente a mi madre, al trabajo (no sé por qué cuando ocurren cosas graves, todos absolutamente todos, hasta  mi padre, llamamos a mi madre), que le dio las instrucciones oportunas.
Me volvió a levantar en brazos, ordeno a la abuela que bajara, llevando el billetero y parara un  táxi. Nos  íbamos directamente al Hospital. Mi madre salía inmediatamente hacia allí también.
Cuando entramos en Urgencias a excepción de la recepcionista, que al parecer era otra chica, se produjo una fuga masiva de celadores, enfermeras y médicos de guardia, no acabé de entender las explicaciones que farfullaban.
El médico me trató con muy malas maneras, la verdad.. Sí, me volvió a escayolar, pero soltó una lista tan larga de prohibiciones que me mareé antes de que llegara a la mitad de las istrucciones,
Durante el regreso a casa, mi madre no paró de machacarme, repitiendo sin parar las prohibiciones a las que, y, desde ese mismo instante, quedaba irremisiblemente sometida y que daría a conocer a todos lo miembros de la familia, que pasarían a ser una especie de carceleros, con órden restrictiva de no dejarme a solas ni un minuto
Nunca había visto a mi madre tan enfadada. Ni siquiera contesté. Bajé la cabeza y me limité a hacer ver como que lloraba, pero no coló.
Una vez en casa fui instalada en el sillón, donde merendé, la hora de la comida ya era la del día siguiente, cené, vi la tele, fui elevada por los aires y trasladada a mi cama en mi habitación, tras una previa y rápida parada en el baño.Sin portestar ni nada, y eso, que al ayudarme a poner el pijama me atizó, la abuela, un tirón de pelo de esos a trición pero que parece que te arranquen el cuero cabelludo entero.
Debidamente instalada, pregunté timidamente si podía leer un rato, y si podían traerme un vaso de agua. Mamá accedió a las dos cosas, y no sin lanzar antes una mirada circular, me dios las buenas noches y se fue.
Leí durante casi una hora, portándome como una santa. Exactamente eso esa era lo que iba a hacer  los 21 días que, de nuevo volvía a tener por delante. Era una mujer adulta y no tenía porque andar molestando constantemente a toda la familia.  Siempre y cuando no hubiera una necesidad urgente, naturalmente.
Cerré el libro, cogí el vaso para beber un trago de agua y al ponerlo encima de la mesita. algo no salió cómo debía, porque el vaso, casi lleno, se estrelló contra el suelo.
En el silencio de la noche sonó como una bomba. Sin darme tiempo a reaccionar todos los miembros de la familia estaban ya dentro de mi habitación  y  ¡¡¡¡¡¡con unas caras!!!!!!
Me asusté tanto  que sólo pude decirles: "Tranquis, estoy bien, se ve que la mesita se ha movido. ¡Buenas noches! Cerré los ojos y los apreté con todas mis fuerzas.

miércoles, 8 de febrero de 2012

ME ABURROOOOOOO !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Jope!!!!!!!!!!!!! No, no me digais nada, que llevo una mala leche en el cuerpo que ni yo me aguanto. La pobre abuela ya se ha cascao una cartulina entera de paracetamol y eso tan sólo desde anteayer
Es que no hay derecho honbre! ¿A ver cuántas veces la vida le ofrece a una la oportunidad de poder comprar ropa, como si el dinero fuera lo de menos? Nunca ¿no?, Pues eso. Para una vez que me pasa, que ahora por culpa de un suelo resbaladizo (que gracias a  que mi padre medió en el asunto que, si por mí fuera, los denunciaba) y una vaca burra que se te caiga encima., me vea  condenada a 21 días (no 10 ni 30) no 21, de reposo absoluto, con el pie en alto, el hueso sacro medio convertido en harina,   cansado y asqueado de permanecer entre 12 y 18 horas en la misma postura, depende de la programación de la tele, que ya lo sé, es mala, pero es lo que hay. y sin poder lucir nada de lo que he comprado. Además si encima le sumo que tenía 14 días más de vacaciones ya es que me subo por las paredes.
No sabía como decirle al Hombrecito (mi Jefe Mandamás) que me había lesionado y que en vez de los 15 que tan generosamente o, de puro miedo, no lo tengo muy claro, me freció, tenía que sumarle mínimo otros 7 días, y, eso sin contar que igual después tenía que ir a rehabilitación, con lo que perdería horas de trabajo.Jujujuju!!!! conseguñí convencer a mi madre para que fuera ella la que hablara con él y se lo explicara. Eso sí tuve que fingir un buen rato más que no estaba en mis cabales.Dice  que lo entendió perfectamente y que no me preocupara por nada, que, dada la inopotuna circunstancia, aprovecharían para pintar de nuevo y modernizar el despacho de la Secretaría, (la verdad es que falta le hacía), pero hasta eso me mosqueó. A ver!! si iba a ser yo la que se pasara allí dentro, ni se sabe las horas, porque no se me pedía consejo sobre el color de las paredes, diseño de los muebles, decoración, en fin, todo eso. Mi madre, gran mujer, argumentó, con razón, que como yo no podía desplazarme hasta allí, pues era lo más normal, pero yo estaba preparada para la ofensiva con otra buena pregunta ¿No hay silla de ruedas o qué?. Ni se dignó contestarme, se fue.
Bueno pues aquí estamos, mi circunstancia y una servidora. ¡Ah sí! Ya sabía yo que quería deciros algo, es que tengo tantas cosas en la cabeza que se me van, se me van...
El otro día no pude explicaros cómo acabó el asunto en el hospital ni el de mi regreso a casa, porque me habían atiborrado de calmantes, no por el dolor que sentía, sino para que parara de lanzar alaridos, y me dormí.
Por lo que me han contado (ya sabeis que la familia siempre exagera), no paré de llorar ni chillar y patalear, con el otro pie durante todo el trayecto en la ambulancia. Al parecer, siempre según versión materna, lloraba suplicando que no me amputaran la pierna. Estaba convencida  de que el peso de la gorda aquélla (a quien por cierto también quería denunciar, pero mi padre me lo quitó de la cabeza, alegando que lo de ella había sido peor, se había roto la cadera)¡ ya ves tú!, le ponen una prótesis y listo, lo malo era lo mío. Como os decía creía que me había deshecho, con su peso, los huesos de toda la pierna, a aquéllas alturas el dolor me llegaba hasta la ingle. Al parecer el trayecto hasta el Hospital fue algo tormentoso. Detrás iba yo, atada a la camilla, con doble cuerda de seguridad,  ignoro el por qué, un señor de chaleco rojo, y un ingente montón de bolsas, que me arrancaban unos lagrimones como candelabros cada vez que se caía alguna y se desperdigaba su contenido. Delante iban el chófer y mi madre, que, según dice ella también lloraba poniendo la sirena a todo meter, histérico, por mis alaridos (¿¿¿¿????) y jurando hasta en arameo.
De mi estancia en el hospital no recuerdo nada. Algo parece querer venirme al recuerdo de cuando llegué a casa, que, si no estoy confundida, hasta escribí y todo, pero sí lo hice, no hagais mucho caso,porque no estaba en mí.yo normal.
Aquélla noche dormí de un tirón, entre el agotamiento de las compras, y el descalabro final, cosas que me inyectaron, (al decir de mi madre), tuvo que avisarles por que le entró miedo de que me convirtiera en adicta a vete tú a saber qué!
Así que aquí estoy, sola y pensando  en mi mala suerte, porque para una vez que voy en ambulancia no lo pude disfrutar. Siempre me ha hecho  mucha ilusión ir en un coche, policía, bomberos (!!!!) ambulancia con la sirena a toda leche intentando pensar cómo puedo seducir a la abuela para que no se mueva de mi lad y me acerque el vaso del agua, el pañuelo... en fin que estoy ABURRIDA, ABURRIDA Y MAS QUE ABURRIDA.


lunes, 6 de febrero de 2012

WOAWWWWWWWWW !!!!!!!!!!!!!! COMPRAS, COMPRAS Y MAS COMPRAS !!!!!!!!!!!!!!!

Woawwwwwwwww!!!!!!!!!! En mi vida me he sentido como esta mañana a las ocho en punto  y tampoco como me sentí después, hacia las 13,30 horas.
Lo primero es,  que a esa hora,  sacaba del cajero 400 euros, dispuesta a quemarlos en ropa y todo lo que hubiera por donde pasara. Lo segundo ya os enterareis.
Volví a casa, mi madre me esperaba (más maja es, había pedido unos días de fiesta para cuidarme) y el plan era volvernos locas en las tiendas.
Encima de la mesita del recibidor había dos sobres, en uno ponía mi nombre Violet Davinia (ni bajo tortura lo diré) escrito por mi padre, conocía muy bien su letra, y dentro había 400 euros más!!!!!! y una nota: "Para que mi princesa luzca cómo se merece". El otro estaba escrito con la tremolosa y ya algo deformada letra de la abuela Rufina: "Para mi niña" y 200 euros más!!!!!!!!!!!!!!! Woawwwwww!!!!!!!!!!!! 1.000 euros para gastar sin sentir remordimientos de conciencia..
Apareció mi madre, toda guapa, (sabía arreglarse muy bien y era una  mujer muy atractiva), sonriendo como hacía tiempo que no la veía, además, por lo que las dos nos sentíamos libres, seguras y decididas. Le conté lo de los sobres y su mirada me dio a entender que ya lo sabía, pero añadió: "Tu tranquila cariño, que, por si acaso, llevo fondos suficientes".
Nos lanzamos a la vorágine de las compradoras compulsivas, ¡Una locura!. Cuatro abrigos, botas, bueno lo de las botas fue lo más bonito que me ha pasado en la vida, (son mi pasión) y ni recuerdo cuántos pares compramos. Pantalones, ropa interior, exterior, bolsos, pañuelos, guantes, bufandas, gorros, bisutería de todo y mucho. No recordaba habérmelo pasado tan bien desde hacía muchos, muchos años.
Hacia la una decidimos no seguir adelante con el plan inicial que incluía comer en un buen restaurante. Estábamos tan cansadas que mamá llamó a la abuela para que nos apañara algo, con lo que de paso la hicimos feliz, y decidimos proveernos de una gran bolsa de "xuxes" y pasar la tarde arreglando y probando las compras, además mi abuela también disfrutaría y aunque algunas "xuxes" no podía morderlas, las chupaba hasta que se deshacían.
No puedo recordar cuantas bolsas llevaba en cada mano, pero creedme si s digo que muchas. Salíamos de la última tienda riendo, felices. Vimos que mientras estábamos dentro había llovido, pero ya no. ¡Hasta en eso teníamos suerte! ¡Qué día!. El acceso a la tienda era una rampa de un material parecido a la goma, desgastado por el uso y algo resbaladizo por la lluvia, con lo que mi madre me avisó que tuviera cuidado,
De habérmelo dicho unos segundos antes hubiera sido posible evitar el desastre, pero el aviso llegó tarde, algo patosa sí lo soy.
 Resbalé, cayendo al mismo tiempo que, al intentar agarrarme a algo (inexistente por otra parte), abría las manos, esparciendo en el amplio diámetro que mis brazos formaban las bolsas y  sucontenido por todas partes.
Compradoras, dependientas, guardia de seguridad, todos acudieron en nuestra ayuda. Sentada en el suelo me sonrojé al ver un sujetador colgando del brazo de la foto-cartón de un modelo anunciando calzoncillos, pero fue sólo un instante. Desde mi cómoda postura, , vigilaba con ojos de urraca que nadie se apropiara de ninguna de mis pertenencias. Tal era mi temor que no me abstuve de gritarle a mi madre que vigilara ella también.
Aquéllo fue como cuando abren el chiquero a los toros en Pamplona, 100 o 1000 mujeres, no sé, muchas empezaron a protestar airadamente, mientras mi madre intentaba disculparse y disculparme. Cuando ya las tenía casi calmadas una mole de unos 120 kilos, y soy generosa, metió un pie en la pernera de unos vaqueros, perdiendo el equilibrió y aterrizando sobre mi pie izquierdo, que ni cuenta me había dado que estaba en una postura, digamos, rara. Chillando cual gorrino en matadero, se debatía encima de mi pie. El dolor fue tan agudo que me rebotó justo en medio de la cabeza, consiguiendo con ello que mis aullidos taparan los emitidos por ella.
Era como una película muda, a mí me caían unos lagrimones como puños, la gorda se balanceaba sobre mi pie como si fuera un columpio, compradoras y dependientas se peleaban por ser las primeras en socorrernos y, justo en ese momento, vi por el rabillo del ojo, como mi madre intentaba escamotearse, saliendo en silencio. La llamé a gritos de ¡COBARDE VUELVE!, que ejercieron un paralizante efecto en sus piernas.
Aparecieron en escena dos Guardias Municipales, ahí yo ya perdí los papeles, les ordené, sí, sí, les ordené que le pusieran las esposas a la gorda y que llamaran a una grúa para intentar quitármela de encima. Parece mentira lo que pueden llegar a gritar un puñado de mujeres, histéricas, juntas y que no saben lo que deben hacer, porque no tienen ni idea de lo que está pasando.
La cosa se aclaró o se lió más, no estoy muy segura, cuando llegaron unos señores con un chaleco rojo y una cruz en la espalda.En aquéllos momentos  el dolor del  pie y el peso de la gorda, me impedían regir como era debido. No sé cuántos eran. Noté un pinchazo en el brazo y luego todos se convirtieron un gnomos chiquititos  y rojos. Me entró la risa floja, esa risa tonta que no puedes controlar y noté como me elevaban por los aires y me metían en un no sé que... y... me...
Horas más tarde y ya en casa,  mi madre que tenía los brazos y las manos llenas de arañazos, intentaba explicarme como habíamos salido vivas de aquel infierno. Tuvio que dejarlo cuando vi mi pie izquierdo convertido en una bola del tamaño de una pelota de las del anuncio de Nivea, pero en blanco, visión que me sumergió en un estado de pánico total y creencia absoluta de que en cualquier momento iba a salir un alienígena de ella.
Cuando cosiguieron calmarme, la abuela también estaba y muy asustada la pobre, empezó, otra vez, a contarme como se había solucionado el asunto.
Pero yo, erre que erre, a lo mío,  volví a interrumpir a gritos ."MIS COMPRAS, ¿DONDE ESTAN MIS COMPRAS?", mis dos hermanos tardaron su buen rato y no poco esfuerzo en sujetarme y hacerme entender y, peor aún, que lo creyera que todo, asolutamente todo, estaba en casa.
Sonreí invitándo, amablemente creo, a mi madre a que prosiguiera con el relato, pero me entró una modorra y nooo teeengoooo muuuuyyyyy clllllaaaarooooo cooooooomoooooo acaaaaaaaaaaaaab.............grnnnnnn grnnnnnnnnn grnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

domingo, 5 de febrero de 2012

COSAS COTIDIANAS: ¡AY QUE VER SI ME DESCUIDO ME ESTROPEAN EL DOMINGO!

COSAS COTIDIANAS: ¡AY QUE VER SI ME DESCUIDO ME ESTROPEAN EL DOMINGO!

¡AY QUE VER SI ME DESCUIDO ME ESTROPEAN EL DOMINGO!

Contenta y feliz cual perdíz, amanecí este domingo pletórica de vida, en mi habitación de toda la vida, en la casa de toda la vida y haciendo las cosas que he venido haciendo durante toda mi vida.
Me he levantado, he ido a la cocina, y pacientemente, he esperado a que mi madre me preparara un desayuno de "domingo". Vaso de naranja recién exprimida, tostadas recién hechas, mermeladas varias (agggg) nutella, única, incomparable con su sabor de chocolate y avellana, deliciosa... un tarro enorme, hummmm.... auténtico placer digno de las diosas, y abundante café y leche.
Mi padre había bajado ya por el diario, y también había comprado esos deliciosos croisans pequeños, rellenos de crema...¡no hay nada que pueda compararse con un desayuno así!
Estábamos todos muy contentos, quizá al hablar entre todos de la terrible semana que, yo ignoraba, pero que había pasado, nos hacía sentir más unidos y ligeros.
Mis dos hermanos, cual lobos al olor de la carne fresca, aparecieron en la cocina, y aunque se nos hizo raro a todo, los dos estaban de buen humor,  no se peleaban. También llegó la abuela Rufina, que me abrazó y me dio un beso cálido y dulce como todos los suyos, que siempre me hacían sentir tan bien. (No podía creer la ojeriza que me explicaron que le había tomado durante la dichosa semana de marras), siempre la he querido y la quiero muchísimo.
Mamá se sentó y mi padre fue repartiendo trozos del periódico para que todos tuviéramos algo que leer, y así podía desayunar él tranquilo y en silencio.
Pero hoy no estaba yo por la labor. Con la boca llena me enzarzé en una conversación con mi madre sobre como debería vestirme, peinarme, quizá, sólo quizá, hasta maquillarme para ocupar mi nuevo puesto de trabajo. Naturalmente el desembolso inicial corría de su parte.
Ibamos ya por el quinto par de botas por lo menos, siguiendo por mi parte ojeando el trozo de periódico que me había tocado, cuando lo vi,
Fue como una revelación. Chillé. No pude aguantarme. La abuela se echó a llorar diciendo entre sollozo y sollozo: "Ya está, ya le ha vuelto a dar,  si ya os lo dije yo,  que hoy teníamos que ir todos a misa para dar gracias, pero claro como en esta casa sois unos descreídos todos y a mí nadie me...." La hice callar con un
autoritario "SHSSSSSSSSSSSSSSS", y  expliqué:
- Vamos a ver, a partir de ahora voy a tener que ir muy bien vestida, el pelo arreglado y tal... ¿no? pues quizá me iría bien perder unos cuantos kilos, ¿verdad?
Fue como si alguien hubiera disparado el tiro de salida. Todos opinando a la vez. Mi padre y la abuela haciendo frente común, que para qué iba a perder nada con lo carísimo que estaba todo. Mis hermanos riéndose a lo bruto, diciendo tontadas como ... "aunque la mona se vista....", pero mi madre y yo intercambiamos una mirada de complicidad. Sonriendo me arrancó el períódico de las manos y, por algo era mi madre, enseguida encontró el detonador.
Encantadas leímos el anuncio de un gimnasio. (¿¿¿¿yo????) Pues sí, yo también lo hice. Para lA sorpresa fuerte la dio ella, que empezó a saltar y a chillar como poseída por algo, lo que fuera, pero fijo que no era bueno... cuando se calmó un poco, sólo fue para coger aire y chillar, "Corre, acaba, dúchate, vístete y vamos a preguntar que está abierto, domingos y todo".
Allá que nos fuimos las dos dispuestas a dominar el mundo mediante la esbeltez que dentro de nada y menos,  lucirían nuestros cuerpos a los que en realidad no les hacía falta ni quitar ni poner mucho..
Entramos cogidas del brazo en el "GIMNASIO" y una chica monísima con unas mallas  y body rosa, pero rosa, rosa, un pañuelo larguísimo atado a la cintura de un rosa diferente y unas zapatillas preciosas de color ro... (no sabía yo que hubieran tantas tonalidades de rosa, ni que  fuera un color tan bonito), nos atendió amablemente haciéndonos pasar a un coqueto y pequeño, excesivamente pequeño despacho. Ella era menuda, pero yo con mi metro ochenta y pico, mamá un poco menos, y la envergadura de ambas, pues como que casi no podíamos ni estornudar.
Le explicamos nuestras buenas intenciones mientras ella asentía como si lo entendiera todo perfectamente, con lo que yo ya me vi flotando entre nubes con una cintura de mosquito, (que las avispas son más gordas), yel encanto se  rompió.  Empezó a hablar:
. ¿Para qué quiere venir al gimnasio? Sin darnos tiempo a contestar, como si le dieran cuerda prosiguió
- Son ustedes de las de "tipo estresadas", de "las que tienen poco tiempo para dedicarlo a la gimnasia", de la que "no les gusta hacer gimnasia".
Boquiabiertas y sin saber muy bien que decir, se envalentonó ante nuestro silencio y continuó...
- Porque depende de lo que ustedes me digan   -- si no nos dejaba -- yo les puedo ofrecer todas las alternativas que mejor se ajusten a su horario y necesidades.
Nos miramos de reojo, mi progenitora y yo, guardando ambas un pétreo silencio. Sólo escuchábamos
- Si tienen poco tiempo lo mejor que les puede ir es hacer "fitnees"
¿Lo qué? y cuando casi estaba a punbto de preguntarlo volvió a interrumpirme la cotorra
- Si disponen de algo más de 45 minutos, les recmiendo un mixto de body-balance, algo de elíptica, naturalmente con entrenador personal, pilates y un poco de yoga para ayudarlas a encontrar su equilibrio personal.
A estas alturas yo ya estaba más cansada que si hubiera andado toda la tarde buscando unos tejanos baratos que me hicieran el culo mono. Pero ella a lo suyo. Lo que en realidad más me asombrarba era el silencio materno. No es precisamente famosa por "su mano izquierda".
- No tienen porque preocuparse ni por horarios ni por su equipo personal. Este gimnasio está abierto las 24 horas (una ceja, la izquierda concretamente, se me movió sola hacia arriba), al percatarse aquella monada rubia añadió con una celeridad que para sí quisiera algún que otro corredor de fondo.
- Piensen que estamos en un barrio lleno de oficinas y ejecutivos y secretarias de alto standing, nunca saben cuando dispondrán de un poco de tiempo para cuidar su cuerpo ni tampoco para comprar los artículos necesarios.
No sé de dónde salió la voz, pero alguien dijo:
- Y... el equipo necesario consiste en....???
La voz era mía, me di cuenta por la mirada de mi madre.
Aquella  especie de muñeca de porcelana nos explicó:
- Nada. Lo básico; Un par de mallas, un par de bodys, un par de sujetadores de gimnasta, un par de sudaderas, un par de chaquetas más ligeras, unas cintas para la ¿¿¿¿frente????, sí claro para que el sudor no les entre en los ojos, cuatro pares de calcetines, dos pares de zapatillas, albornoz, chanclas para la ducha, alquiler de taquilla y "elementos", un par de toallas de baño, un par de toallas más pequeñas y tres ó cuatro de las especiales para el sudor del cuello, unas perchas, acolchadas por supuesto, xampú, gel de año, desodorante..
- ¿Secador del pelo? Nada más decirlo me arrepentí, pero juro que se me escapó
Me lanzó una mirada  tal  de desaprobación que me prometí no volver a decir nada más. 
- Pefume, eso es opcionl, una bolsa de gimnasia grande y otra más pequeña para llevar la ropa sudada y traerla de nuevo limpi.
Era como un tiburón aquella mujer, si alguien no la paraba nos iba a hacer cambiar de casa.Aquí se le despertó la vena cínica a mi madre y con una entonación que a mí me helaba la sangre preguntó:
- Ejem...¿y todo...eeeso..asciende a...?
Mira le entró una alegría a la mujer, creí que nos besaba y todo. Soltando risitas histéricas va y dice:
- Tratándose de las dos con 1000 euros tienen todo el equipo para ambas, más 600 euros de matrícula cada una, que también se lo dejaría en 500 euros, al ser dos, jejejeje, 
Esa tia es idiota pensé ¿de qué coño se ríe? si a mí ya no me llegaba el jersey al cuerpo y que mi madre la estaba toreando lo notaba hasta yo. (que a veces soy de un torpe...)
- Pues, jejeeee, nada. Un total de 2.000 euros y ya si quieren pasar ahora a la tienda pueden empezar a escoger la ropa, y quedarse a dar una vuelta por las instalaciones.
Las dos mujeres de mi familia nos levantamos de sopetón enviando a la porra las sillas y mi madre que, a veces tiene una sangre fría que me asusta, va y le pregunta
- ¡Ah! Una cosita ... La cuota mensual es ¿de...?
- ¡Ay sí! ¡Qué tonta! pues no me había olvidado, jajaaa...(idiota, era idiota y en su casa no lo sabían) 400 euros cada una, pero al tratarse de las dos, 300 lo que harían 600 euros mensuales.
Salimos de allí más deprisa que corriendo, empujándonos la una a la otra, muertas de risa. Una vez en la calle tuvimos que apoyarnos en la pared, dobladas por las carcajadas. Pero aquélla tía no era normal!!!! Por dios, es que no se había fijado en nosotras... y ríe, que te ríe.  Mi madre se calló en seco, asustada la miré, más que nada por si se había ahogado. y vi como señalaba a una mujer que bajaba por la escalera del gimnasio. Cuando vi de quien se trataba, me entró una vergüenza ajena de padre y señor mío. Pues no era, era la vecina del tercero que siempre andaba pidiendo préstamos a fin de mes. Los devolvía. Cierto. Pero creo que le quedó muy claro que a nuestra casa no debía volver a acudir.
Mirándonos con una complicidad como no recuerdo nos encaminamos a la tienda de los chinos, a comprar "pollos al ast"  tres, (mis hermanos), bolsas (así en plural) de patatas fritas, una bolsa enorme de "xuxes" para ver la tele por la tarde, 3 Coca-Cola, de 2 litros, con azúcar y cafeína y dos barras de helado de chocolate.
Y felices cual perdices, como empecé al principio, pero esta vez muy bien acompañada, volvimos a casa, a empezar a disfrutar de un domingo, de los de verdad, sin tonterías.


sábado, 4 de febrero de 2012

QUE COSAS TIENE LA VIDA !!!!!!!!!!!!

Es que no os lo vais a creer, por dios, ¡qué fuerte! estas cosas sólo me pueden pasar a mí. En serio, no conozco a nadie que haya pasado por situaciones, ni siquiera  semejantes, y todas debidas a mi proverbial despiste, escasa concentración cuando algo casi no me importa, o me importa demasiado, y una esperpéntica extravagante y desbocada imaginación.
Si es que me río hasta yo sola. No sé ni por dónde empezar. Mejor será ir poco y desde el principio..
Aunque  no me di cuenta,  la muerte de Tessma (con dos eses) me afectó  muchísimo más de lo que yo creí.
.Después del funeral, de mi posterior auto-despido, debido sólo a un extraño e injustificado ataque de ridículo orgullo. No dejé ni tan siquiera explicarse al hombrecito. De creer que había pasado a  engrosar las listas del paro con todos los papeles debidamente formalizados, me sumí en un estada de permanente ausencia de la realidad, inconsciente de que hacía mucho de que ya no estaba en ella, del que, como es natural, no me percaté.
 Pensaba que mi actitud era de lo más normal y al parecer me convertí en una especie de  fantasma de la ópera, vagando por la casa. con cara de lela, despeinada y con un chandal de cuando tenía 15 años, de color rosa y con dibujitos de la pantera rosa.
Mi familia, seriamente asustados y junto con el Médico de la familia de toda la vida convocaron  una reunión familiar para decidir si me encerraban directamente o bien intentaban poner solución a mi estado.
Reunidos todos, cosa de otra parte completamente inútil, porque en casa,  siempre se hacía lo que  la abuela Rufina decía, a la que, no se sabe por qué, tomé especial ojeriza y eso que la quiero y mucho, la cual  expuso su plan, que a  todos les pareció excelente, porque de una sola tacada nos quitaban del medio a ambas (lo siento mi maliciosa mente no para de decirme cositas al oído)
Un resobrino de ella, vamos uno que ya ni de la familia era, había sido padre recientemente y como la Rufina era mucha Rufina tanto aquí como en el pueblo, pues la habían invitado. Cosa que venía que ni piripintada para ver las obras acabadas de la casa (la habían hecho de nuevo), quedando la vieja como un almacén al que se accedía desde la casa nueva,  en espera de que se reunieran las condiciones monetarias apropiadas para su rehabilitación
A lo que iba,  la Rufina se encargó de todo, de hacer las maletas, los neceseres, todo.Tan atontada estaba que  ni cuenta me dí.y me enteré de que me iba cuando mi hermano con cara rara me preguntó si me acordaba de conducir. Ni me digné contestarle. ¡Valiente soplagaitas!
Siempre había creído  que  mi familia era de Consuegra, un pueblo de la provincia de Toledo, al que mínimo hacía la friolera de 20 años que no visitaba y que, en mis recuerdos, era grande y hermoso. Pues no, no era Consuegra, sino lo que ellos denominaban  "barrio" de  aquél, "Balconcillos Altos de Arriba" (se ruega no hacer comentarios al respecto), se llamaba y estaba a unos 20 km. de distancia de Consuegra, extraño el concepto de barrio que tenían sí que lo era.
Total que el viernes por la tarde después de comer y tras una agria, furiosa y ardiente discusión, no llegamos a las manos de puro milagro, me metieron debajo de la ducha, me sacaron de ella a la fuerza, porque después de tantos días le cogí el gustirrinín y no quería salir. Me obligaron a vestirme, guardaron mi portátil, metieron el móvil en mi  bolso que me arrojaron a riesgo de descalabro, me dieron las llaves de mi  coche (lo que me obliga a pensar que detrás de todo sí había alguna extraña cosa oculta).y metieran maletas, enseres, abuela y a mí misma en mi Peugeot de segunda mano, (otra sospechosa maniobra)  emprendiendo así el extraño viaje hacia el pueblo.
Durante el trayecto, unos 600 km. la abuela no paró de darle a la sinhueso, pero a mí, pfffff, como si se atragantaba, no le presté ninguna atención, cosa que debía haber hecho, más que nada, por mi propio bien.
Llegué derrengada, con el culo cuadrado, helada de frío mi coche servía para un "quítame allá esas pajas", pero no para proezas de tal magnitud.
Seguí de cerca a la abuela, porque siempre he tenido miedo a las noches en el pueblo, es como si fueran más oscuras, tétricas y llenas de, de... cosas, bichos y demás bestias.
Sin rechistar hice cuánto me ordenó.Recuerdo que me miraba de una manera extraña, con afecto, pero sin dejar de hablar. .Siguiendo la tónica del viaje, ni caso por mi parte.
Me extrañó  cuando me dijo que dormiría con ella, además la cama era vieja y el colchón lleno de bultos. Fue una noche  horrible, pero el despertar la superó y con creces.Los cantos gallináceos y aullidos de comadres junto con el aseo-baño-ducha  que me produjo un más que respetable  grado de congelación  afectando a mi cuerpo y mente, saliendo muy mal parada ésta última.
Después de vestirnos y siempre rodeadas de una ingente cantidad de mujeres,  vestidas de negro, con verrugas peludas y con un poderío en la voz que para sí quisieran muchas cantantes, nos dirigimos a la iglesia.
--- Aquí, y no es para quedar bien, creo quefrbp aclarar que no había estado en una desde los 10 o 12 años y el total las veces no creo que superaran las cinco ---
Cuando entramos ya estaba llena, pero nos guardaban sitio delante del todo, claro éramos de la familia, es más yo estaba convencida de que la bautizada iba a ser yo.
Todo lo que allí dentro se hizo me pareció rarísimo, mucho más cuando me pusieron un berreante crio en los brazos. (Mi primera intención fue tirarlo al suelo, ¿qué quereis? me asustan los niños pequeños y si lloran,. más<).
No sé cómo ni de qué manera pasó el día, vienen a mi mente pantallazos de situaciones extrañas, cuartos de baño nuevos, relucientes, en medio de la casa vieja, ir muy bien vestida )¿¿¿¿????) al decir de los habitantes del pueblo, que regresamos ya anochecido a la casa y que llorando llamaba a mi madre. En ese momento  me asusté de verdad. Mucho, en serio, creí firmemente que mi poca cordura había decidido irse a tomar el fresco sin intención ninguna de regresar.
Sé que ayudada por la abuela, me metí en una cama mullida, con sábanas con olor a lavanda, un pijama  polar, que no picaba, y que me dio un beso de buenas noches. Pero eso no es lo peor, el beso no me picó, es y además se lo devolví,
Esta mañana eran las12 pasadas cuando me levanté con un hambre de días atrasada. Salí de la habitación, que, por cierto, era preciosa, a un no menos bien decorado y luminoso pasillo que me condujo a una cocina nueva, reluciente y con un inmenso ventanal a través del cual se veía la sierra.
Pensé que, después de toda la necesidad y horrores pasados, debía estar soñando, pero bueno mientras  duraba,  no tenía objeción alguna que ponerle.
Sentados alrededor de la mesa de la cocina estaban la abuela y, sí... ellos, mis padres. Me abracé a mi madre como si no lo hubiera visto en años. Me senté al lado de papá que me abrazó. Era tan feliz, pero tenía tanto miedo de despertarme!
La abuela puso delante de mí un tazón humeante, que olisqueé desconfiada, era chocolate!!!!!! y me acercó un plato lleno de rosquillas recién hechas buenísimas.
Saciado el apetito(manchándome el pijama como siempre) cosa ésta última que me hizo sospechar que todo cuanto estaba sucediendo era cierto, ellos me pusieron al corriente de  lo acontecido desde la muerte de Tessma (con dos eses), bueno de la  parte real, no la que yo creía.haber vivido.
Por ellos me enteré de que no estaba despedida, que nunca había estado en la oficina del paro, sino en el Banco, donde la atónita mujer sentada al otro lado de la mesa,  siguiendo los consejos mímicos de mi madre, recogió la documentación que le presenté, nada, unas hojas fotocopìadas al tuntún por la buena de Rosita la de personal. Que la mujer que acompañaba al hombrecito, sí era mona, pero no despampanante y que en realidad su trabajo consistiría en hacer el que yo efectuaba antes. Mi trabajo sería el que hasta ese momento había hecho Tessma (con dos eses)
Dado mi estado de salud, el hombrecito me había concedido, por cuenta de la empresa 15 días de fiesta, hasta que me rehiciera. Comprendía perfectamente como me sentía dado lo unidas que estábamos Tessma (con dos eses) y yo. Lo que quería decir que aún tenía por delante mis buenos ocho días libres.
Al regresar a la ciudad lo primero que hice fue comprar un enorme ramo de rosas rojas (me dejé un buen pastón) y lo llevé al pequeño nicho donde estaban las cenizas de Tessma (con dos eses) y allí, en silencio, a solas con ella, le confesé cuánto la iba a echar de menos, lo mucho que la quería y la falta que me hacían sus consejos, tontos a veces, pero siempre bien intencinados, y... en voz bajita... procurando que nadie me oyera le supliqué que mediante una señal cualquiera (yo que sé una ráfaga súbita de viento o una lejana melodía de arpas) me aclarara si al final me habían bautizado o no.
Esperé un ratito y nada pasó, ni viento ni música, pero sí me pareció oir la fresca y contagiosa risa de Tessma (con dos eses) cuando se burlaba de mí. y no quería explicarme el por qué...