Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

domingo, 29 de enero de 2012

PUEBLO, GALLO, DEMONIO... YO QUE SE !!!!!

No recuero haber pasado noche peor en toda mi vida. Bueno eso de noche es puro eufemismo, cuando las gallinas aún estaban saltando a la comba, mi abuela me obligó a meterme en la cama con ella, no sin antes hacerme tragar una taza llena de un brebaje ardiendo y asqueroso que dijo necesitaba mi organismo para desintoxicarme de tanta ciudad.
Nada más meternos en la cama, con camisones de franela, calcetines de lana, que picaban como mosquitos tigre, y sin bufanda (pero que conste que fue porque ella no me dejó ponérmela), noté sobre mi cuerpo un cerco de acero, que no era otra cosa que su brazo, dotado de una fuerza como jamás hubiera imaginado, podía tener la abuela y que casi me impedía respirar-
No se veía todavía la luna por la ventana, así que pensé, si vamos a pasar juntas sabe dios el tiempo, al menos hablaremos. Me quedé en "Abu...", sus ronquidos, parecidos a los de un motor de locomotara antigua resonaban por toda la habitación penetrando mi sentido auditivo, concentrándose en taladrar mi cerebro. 
Hice de todo, menos moverme, porque era imposible. Ni dormida me soltaba. Hice todos los sonidos bucales que me habían explicado que funcionaba en estos casos. Nada...los ronquidos alcanzaban tal magnitud que por un momento temí que viniera el alcalde del pueblo a ponernos una multa por no dejar dormir al bicherío del pueblo.
Salió la luna, las estrellas, toda la corte celestial pasó por la ventana que con tanto movimiento empezaba a parecerse a un televisor. Nada, ella roncaba y yo no dormía,
No sé qué hora sería cuando conseguí endormiscarme un poco. Lo de poco no es pura anécdota no señor, no. Un sonido horroroso, penetrante y agudo que jamás en mi vida había oido, me hizo abrir los ojos asustadísima y tan fuerte fue mi miedo que conseguí salir del cerco de hierro que me tenía sujeta.
Sudorosa, asustada y terribelmente desconcertada, así de buenas a primeras no reconocía el lugar en el que me hallaba miré hacia la cama, y entonces el sonido lo emití yo. Susto tremendo el que me dio ver a la abuela durmiendo con la boca abierta, sin la dentadura postiza, y con los pelos de la verruga moviéndose al compás de su respiración. 
La desperté a base de zarandearla con todas mis fuerzas, gritándole que debíamos correr que un loco andaba suelto matando a todos los habitantes, si es que había alguno más que la prima Antonia, del pueblo.
Sorderas como una tapia, y más sin el sonotone, ella me miraba con sus ojillos empequeñecidos a base de tanto fruncir el entrecejo que parecía ya china y todo, con cara de ida, pasé tanto miedo que hasta me enfadé con mi madre por no haberme bautizado y enseñado a rezar, a ver si era verdad lo del infierno y lo otro, y me mandaban para allí, además con la abuela.
Movió el cuello, como estirando hacia la derecha, era el oido por el que aún parecía enterarse de algo, se quedó como en éxtasis y con aquella su risa de serrucho dijo:
- Puntual como siempre (loca, pensé yo, loca de remate) el gallo de la Aquilina ya está cumpliendo su cometido.
Temiendo seriamente por su cordura, cogí el móbil para llamar a, a... nadie, no tenía cobertura.
Ella ante mi horrorizada mirada, salto agilmente de la cama y, para variar, dando ya órdenes
- Anda perezosa, levántate, que deben ser ya las cinco (¿¿¿¿????) y nosotras aquí como señoronas.
Miré por la ventana, y ante la dudosa claridad que entraba pregunté, las cinco ¿de qué?. Riendo de aquella manera en que lo hacía desde que habíamos llegado, y que tanto miedo me daba., al tiempo que me daba, una supongo que para ella, cariñosa colleja que casi me desconyunta el cuello dijo:
-¡ Ay por Dios! Esta muchacha de ciudad parece tonta, en el pueblo tenías que haber nacido tú. Quise decirle que si no lo había hecho la culpa no era para nada mía, pero naturalmente, no me dejó.
-¡ So tonta! (encima) eso que has oido es el canto del  gallo de la Aquilina, nuestra vecina. que en cuanto apunta el sol ya está alborotando el gallinero.
Casi llorando, intenté esconderme bajo de los gruesos cobertores diciendo todo lo  lastimosamente que pude
. Abuelita guapa (falsa soy) es que hoy es domingo y el viaje, conduciendo todo el rato, son casi 600 km.,  me cansó mucho, además tenemos tiempo de sobras para hacer cosas...
Me dio tal pàlmada en el trasero, atravesando cobertores y todo que me senté de golpe, y aulló
- Por eso, qué es domingo. Antes de ir a misa (¿dónde?) tenemos que limpiar la entrada y la sala.
Tal debió ser mi cara de genuino asombro que se molestó en explicarme:
- Aquí, en el pueblo, aún somos gente de bien y cuando viene alguien de la capital, todos se acercan a saludar, y no quiero que vean lo sucio que está todo, o sea que ¡ESPABILA!, que la misa es a las 10 y antes de esa hora habrán venido ya todas las primas por lo menos
Tan autoritaria fue su voz, que me incorporé de golpe, asustada y pensando, pues mira sí, sí que hay más gente en el pueblo.
Sintiéndome como si alguien guiara mis movimientos la seguí. Me tragué un tazón enorme de leche hirviendo, sola, que me daba un asco, pero cualquiera decía nada, y así, en zaatillas, en camisón y con una especie de capa de lana que ella me tiró por encima, antes de darme cuenta estaba barriendo con brío la entrada de la casa.
Me dio el tiempo justo de recoger lo barrido cuando oí un grito en la puerta, máso menos sonaba así:
-AAAAAAAAaaaaaaaaaaAAAAAAAAAHHHHH! (terrible), yo no sé si conseguiría limpiarlo todo. Tal como iban las cosas seguro que me moría antes. En serio.
Solté escoba y recogedor y corrí tanto como pude hacia donde estaba la abuela, que estaba...¡SENTADA!. Sí sentada y dale que dale al ganchillo. Un velo rojo tapó mi vista y encendió mis más bajos instintos asesinos y cuando decidí que no tenía porque reprimirlos, la abuela aulló...
- AAAAAAAAaaaaaaaaaaAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!  Mirándola asombrada, de golpelo comprendí todo. Sin saber como ni darme cuenta de cuando me había muerto y cjusto nos había pasado a las dos a la vez!!!!!!!!!
- Ves, ya está aquí la prima Rogelia ¡corre limpia esa silla y dile qué pase!
Obedecí como en trance y para cuando acabé de limpiar todas las sillas para que se sentaran todas "las primas" que entraron saludando como la Rogelia,  ya estaba convencida de que mi condena era ésa para toda la eternidad: Oir un sonido horripilante y quitar el polvo de las sillas, que aparecían misteriosamente.para que señoras vestidas de negro, desdentadas y con verrugas peludas se sentaran en ellas.
Cuando la última se sentó me quedé sin saber qué hacer, pero por poco tiempo. Mi abuela chilló:
- Pon agua a calentar en el fuego bajo (¿¿¿¿????) para asearte como es debido, que ya son las 8 y Don Damián se enfada mucho si alguien entra en la iglesia con la misa empezada.
Mi gran y total confusión no me permitía salir de mi estado de trance, así que di media vuelta y me encaminé pasillo abajo, en busca del fuego ese, (sin duda debía ser el de las calderas del demonio) pero ya me daba todo igual...

3 comentarios:

  1. Hoy por primera vez te leo acompañada de un buen café. Cuantas imágenes divertidas y escalofriantes... me gustó el pelo de la verruga.

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  2. ¡Ay por Dios, me recuerda a las visitas de niña al pueblo de mi abuela! (Este comentario lo dejo anónimo por si mis tías-abuelas ya tienen Internet, jajajaja!)

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