Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

sábado, 4 de febrero de 2012

QUE COSAS TIENE LA VIDA !!!!!!!!!!!!

Es que no os lo vais a creer, por dios, ¡qué fuerte! estas cosas sólo me pueden pasar a mí. En serio, no conozco a nadie que haya pasado por situaciones, ni siquiera  semejantes, y todas debidas a mi proverbial despiste, escasa concentración cuando algo casi no me importa, o me importa demasiado, y una esperpéntica extravagante y desbocada imaginación.
Si es que me río hasta yo sola. No sé ni por dónde empezar. Mejor será ir poco y desde el principio..
Aunque  no me di cuenta,  la muerte de Tessma (con dos eses) me afectó  muchísimo más de lo que yo creí.
.Después del funeral, de mi posterior auto-despido, debido sólo a un extraño e injustificado ataque de ridículo orgullo. No dejé ni tan siquiera explicarse al hombrecito. De creer que había pasado a  engrosar las listas del paro con todos los papeles debidamente formalizados, me sumí en un estada de permanente ausencia de la realidad, inconsciente de que hacía mucho de que ya no estaba en ella, del que, como es natural, no me percaté.
 Pensaba que mi actitud era de lo más normal y al parecer me convertí en una especie de  fantasma de la ópera, vagando por la casa. con cara de lela, despeinada y con un chandal de cuando tenía 15 años, de color rosa y con dibujitos de la pantera rosa.
Mi familia, seriamente asustados y junto con el Médico de la familia de toda la vida convocaron  una reunión familiar para decidir si me encerraban directamente o bien intentaban poner solución a mi estado.
Reunidos todos, cosa de otra parte completamente inútil, porque en casa,  siempre se hacía lo que  la abuela Rufina decía, a la que, no se sabe por qué, tomé especial ojeriza y eso que la quiero y mucho, la cual  expuso su plan, que a  todos les pareció excelente, porque de una sola tacada nos quitaban del medio a ambas (lo siento mi maliciosa mente no para de decirme cositas al oído)
Un resobrino de ella, vamos uno que ya ni de la familia era, había sido padre recientemente y como la Rufina era mucha Rufina tanto aquí como en el pueblo, pues la habían invitado. Cosa que venía que ni piripintada para ver las obras acabadas de la casa (la habían hecho de nuevo), quedando la vieja como un almacén al que se accedía desde la casa nueva,  en espera de que se reunieran las condiciones monetarias apropiadas para su rehabilitación
A lo que iba,  la Rufina se encargó de todo, de hacer las maletas, los neceseres, todo.Tan atontada estaba que  ni cuenta me dí.y me enteré de que me iba cuando mi hermano con cara rara me preguntó si me acordaba de conducir. Ni me digné contestarle. ¡Valiente soplagaitas!
Siempre había creído  que  mi familia era de Consuegra, un pueblo de la provincia de Toledo, al que mínimo hacía la friolera de 20 años que no visitaba y que, en mis recuerdos, era grande y hermoso. Pues no, no era Consuegra, sino lo que ellos denominaban  "barrio" de  aquél, "Balconcillos Altos de Arriba" (se ruega no hacer comentarios al respecto), se llamaba y estaba a unos 20 km. de distancia de Consuegra, extraño el concepto de barrio que tenían sí que lo era.
Total que el viernes por la tarde después de comer y tras una agria, furiosa y ardiente discusión, no llegamos a las manos de puro milagro, me metieron debajo de la ducha, me sacaron de ella a la fuerza, porque después de tantos días le cogí el gustirrinín y no quería salir. Me obligaron a vestirme, guardaron mi portátil, metieron el móvil en mi  bolso que me arrojaron a riesgo de descalabro, me dieron las llaves de mi  coche (lo que me obliga a pensar que detrás de todo sí había alguna extraña cosa oculta).y metieran maletas, enseres, abuela y a mí misma en mi Peugeot de segunda mano, (otra sospechosa maniobra)  emprendiendo así el extraño viaje hacia el pueblo.
Durante el trayecto, unos 600 km. la abuela no paró de darle a la sinhueso, pero a mí, pfffff, como si se atragantaba, no le presté ninguna atención, cosa que debía haber hecho, más que nada, por mi propio bien.
Llegué derrengada, con el culo cuadrado, helada de frío mi coche servía para un "quítame allá esas pajas", pero no para proezas de tal magnitud.
Seguí de cerca a la abuela, porque siempre he tenido miedo a las noches en el pueblo, es como si fueran más oscuras, tétricas y llenas de, de... cosas, bichos y demás bestias.
Sin rechistar hice cuánto me ordenó.Recuerdo que me miraba de una manera extraña, con afecto, pero sin dejar de hablar. .Siguiendo la tónica del viaje, ni caso por mi parte.
Me extrañó  cuando me dijo que dormiría con ella, además la cama era vieja y el colchón lleno de bultos. Fue una noche  horrible, pero el despertar la superó y con creces.Los cantos gallináceos y aullidos de comadres junto con el aseo-baño-ducha  que me produjo un más que respetable  grado de congelación  afectando a mi cuerpo y mente, saliendo muy mal parada ésta última.
Después de vestirnos y siempre rodeadas de una ingente cantidad de mujeres,  vestidas de negro, con verrugas peludas y con un poderío en la voz que para sí quisieran muchas cantantes, nos dirigimos a la iglesia.
--- Aquí, y no es para quedar bien, creo quefrbp aclarar que no había estado en una desde los 10 o 12 años y el total las veces no creo que superaran las cinco ---
Cuando entramos ya estaba llena, pero nos guardaban sitio delante del todo, claro éramos de la familia, es más yo estaba convencida de que la bautizada iba a ser yo.
Todo lo que allí dentro se hizo me pareció rarísimo, mucho más cuando me pusieron un berreante crio en los brazos. (Mi primera intención fue tirarlo al suelo, ¿qué quereis? me asustan los niños pequeños y si lloran,. más<).
No sé cómo ni de qué manera pasó el día, vienen a mi mente pantallazos de situaciones extrañas, cuartos de baño nuevos, relucientes, en medio de la casa vieja, ir muy bien vestida )¿¿¿¿????) al decir de los habitantes del pueblo, que regresamos ya anochecido a la casa y que llorando llamaba a mi madre. En ese momento  me asusté de verdad. Mucho, en serio, creí firmemente que mi poca cordura había decidido irse a tomar el fresco sin intención ninguna de regresar.
Sé que ayudada por la abuela, me metí en una cama mullida, con sábanas con olor a lavanda, un pijama  polar, que no picaba, y que me dio un beso de buenas noches. Pero eso no es lo peor, el beso no me picó, es y además se lo devolví,
Esta mañana eran las12 pasadas cuando me levanté con un hambre de días atrasada. Salí de la habitación, que, por cierto, era preciosa, a un no menos bien decorado y luminoso pasillo que me condujo a una cocina nueva, reluciente y con un inmenso ventanal a través del cual se veía la sierra.
Pensé que, después de toda la necesidad y horrores pasados, debía estar soñando, pero bueno mientras  duraba,  no tenía objeción alguna que ponerle.
Sentados alrededor de la mesa de la cocina estaban la abuela y, sí... ellos, mis padres. Me abracé a mi madre como si no lo hubiera visto en años. Me senté al lado de papá que me abrazó. Era tan feliz, pero tenía tanto miedo de despertarme!
La abuela puso delante de mí un tazón humeante, que olisqueé desconfiada, era chocolate!!!!!! y me acercó un plato lleno de rosquillas recién hechas buenísimas.
Saciado el apetito(manchándome el pijama como siempre) cosa ésta última que me hizo sospechar que todo cuanto estaba sucediendo era cierto, ellos me pusieron al corriente de  lo acontecido desde la muerte de Tessma (con dos eses), bueno de la  parte real, no la que yo creía.haber vivido.
Por ellos me enteré de que no estaba despedida, que nunca había estado en la oficina del paro, sino en el Banco, donde la atónita mujer sentada al otro lado de la mesa,  siguiendo los consejos mímicos de mi madre, recogió la documentación que le presenté, nada, unas hojas fotocopìadas al tuntún por la buena de Rosita la de personal. Que la mujer que acompañaba al hombrecito, sí era mona, pero no despampanante y que en realidad su trabajo consistiría en hacer el que yo efectuaba antes. Mi trabajo sería el que hasta ese momento había hecho Tessma (con dos eses)
Dado mi estado de salud, el hombrecito me había concedido, por cuenta de la empresa 15 días de fiesta, hasta que me rehiciera. Comprendía perfectamente como me sentía dado lo unidas que estábamos Tessma (con dos eses) y yo. Lo que quería decir que aún tenía por delante mis buenos ocho días libres.
Al regresar a la ciudad lo primero que hice fue comprar un enorme ramo de rosas rojas (me dejé un buen pastón) y lo llevé al pequeño nicho donde estaban las cenizas de Tessma (con dos eses) y allí, en silencio, a solas con ella, le confesé cuánto la iba a echar de menos, lo mucho que la quería y la falta que me hacían sus consejos, tontos a veces, pero siempre bien intencinados, y... en voz bajita... procurando que nadie me oyera le supliqué que mediante una señal cualquiera (yo que sé una ráfaga súbita de viento o una lejana melodía de arpas) me aclarara si al final me habían bautizado o no.
Esperé un ratito y nada pasó, ni viento ni música, pero sí me pareció oir la fresca y contagiosa risa de Tessma (con dos eses) cuando se burlaba de mí. y no quería explicarme el por qué...

2 comentarios:

  1. Uy, esta parte ya me está dando miedo... ¡qué guay! ¡Menudos giros le das, siempre nos sorprendes!

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  2. Como todo lo que haces, estupendo. La abuela Rufina, pobre, me resulta hasta entrañable y con este pueblo/barrio un poco más cercano supliendo la carencia de "pueblo" que nunca tuve. Me encanta. Mua!

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