Hola
chicos!!! Aquí estoy de nuevo, fiel a lo que os prometí, voy a intentar poneros
al corriente de la vid…, no del kaos, en el que estamos inmersos toda la
familia, que ya respira por sí misma, como el/la (no he querido saber el sexo)
lo hace a través de un cordón que va unido al ombligo de la portadora.
Ufffff!!! sólo pensarlo me da escalofríos…
Después
de mi larga siesta, si, he dicho siesta. Me dormí al terminar de comer y a eso,
de toda la vida, se le ha llamado siesta. Cuando conseguí reunir fuerzas
suficientes salí de mi habitación.
Fue
como si las hadas hubieran pasado por la casa. Todo estaba en perfecto orden.
Cada cosa en su sitio, limpia y reluciente. Un orden que daba miedo. Asombrada
me dirigí hacia donde mi estómago me guiaba, es decir, la cocina y allí… allí
era otro mundo.
Mis
hermanos, Wifredo, el listo, el que no había dado palo al agua en su vida, y
Edgard, el que sí había hecho ver que trabajaba, pero por lo que ganaba nadie
se lo acababa de creer., Rufino,. el padre de ellos y mío también, pero al que,
y desde que me enteré de lo que hacía con Eudosia, su mujer y mi madre, en la
cama cuando “todos” creíamos que dormían, decidí llamar por su nombre y apear
el papá, estaban sentados en la mesa de la cocina, por cierto más maja estaba.
Claro todo era nuevo. Tenían unas ojeras, barbas y en conjunto unas caras de
estar hechos polvo que tiraba para atrás.
En
silencio, me senté con ellos, y así como al disimule, alargué las manos hacia
un plato lleno de magdalenas, cogí una…
y justo cuando iba a hincarle el diente, uno de mis hermanos, el listo,
no pudo aguantar y se le escapó una risilla.
Llamadme
suspicaz, pero me mosqueó. Los miré de uno en uno y los tres evitaron mi
mirada.
Pensé
que era normal en una familia de locos y sin mirarles de nuevo tenía ya media
magdalena en la boca, cuando un espantoso alarido me puso los pelos de punta y
paralizó mis glándulas salivares.
Realmente
asustada me giré para ver a una mujer panzuda, despeinada, con ojos de loca, una
especie de camisón que le apretaba el abdomen, haciendo más visible su
prominente panza, que se abalanzó hacia mí al grito de:
- No,
hija querida, no lo hagas. Te quiero demasiado.
El
asombro me dejó muda, cosa muy, muy rara. Tragué saliva, me enfrenté al miedo y
con un gesto altivo (que mis hermanos dicen parecía de gata despellejada)
contesté:
- ¿Por
qué? Es que ahora vamos a probar de si somos capaces de sobrevivir sin comer,
para salir más baratos y tener más dinero para… eso que llevas ahí dentro…
La
mujer estalló en unos sollozos, unos sollozos que hacían temblar las paredes de
la casa.
Decididamente
pensé, jamás tendré hijos, mira en lo que se ha convertido la mujer más fuerte
de la tierra. A mí, eso, no me iba a pasar JAMAS!!!!
Como
siempre la que aclaró las cosas fue la abuela, que apareció detrás de la
lloriqueante embarazada, eso sí, dando órdenes y mandándola a su habitación y
me explicó el asunto.
Resulta
que como la “señora de avanzado estado de gestación” cuatro meses y 11 días, lo
sé porque los tachaba en un calendario, que también había sido trasladado de la
cocina de la ciudad a la del pueblo, el día anterior se lo pasó tumbada en el
sofá, sin dormir ni nada, como yo, que lo mío era puro cansancio, lo de ella a
saber lo que era, esa mañana, en un ataque de remordimiento, ayudado por no
poder dormir de noche, había decidido hacernos el desayuno a todos a lo grande
y bonito
Grande
sí que era el plato de magdalenas, bonito, pues la verdad, las magdalenas son
magdalenas, ni feas ni bonitas, se comen y punto.
Pero,
siempre hay un pero, como estaba algo (¿algo?) ida últimamente, en vez de
azúcar les había puesto sal. Consiguiendo con ello que los tres hombres
sentados a la mesa, me di cuenta entonces, estuvieran tomando manzanilla, en
vaso grande, de la vomitona de la que fueron víctimas al meterse una magdalena
entera en la boca y engullirla sin apenas masticar.
Bueno,
todos creyeron en esa versión de la confusión, pero yo no.
A mí,
ya no me engañaba. Ya sabía desde hacía tiempo que buscaba la fórmula de
deshacerse de nosotros, poco a poco, sibilinamente, para vivir feliz con su …
su… bebé cuando naciera hacia finales de noviembre.
La ira,
(el hambre me cegó), cuando tengo hambre pierdo totalmente los papeles, capaz
me veo de matar y todo, hizo que me levantara decidida a seguirla para
vengarme.
La
abuela fue más rápida, y no sé como, porque mira que tenía el pelo corto,
después de mis aventuras con los chiclés, me agarró por ellos y a fuerza de
dolor puro y duro me hizo sentar de nuevo.
Mi
mirada feroz la puso sobre aviso y se parapetó detrás de su hijo, Rufino. Desde
allí y lo suficientemente lejos de mi airado malestar me aleccionó de lo que
iba a ser mi vida a partir de aquel mismo instante.
Fue
terrible, doloroso, humillante, repulsivo a veces, pero con el tiempo vi,
compungida como se convertía en la más absoluta realidad.
Madre
del amor hermoso! Aquí escribiendo se me ha ido el santo al cielo, tengo que
dejaros…. pero mañana más. Os contaré como día a día, semana tras semana, mes
seguido de otro mes mi vida se ha convertido en un sinvivir que me está
matando. Vooooooyyyyy…!!!! Arrrrrrgggggggggsssssssss…!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Efectivamente, joven, la vida te mata poco a poco, día a día.
ResponderEliminarLo que me he reído con Violeta Davinia!!! Eres genial!!!
ResponderEliminarEste blog es necesario a diario, necesito reirme un poco todos los días, así que ya sabes...:)))
María.
Juro no volver a mirar las magdalenas del mismo modo. Ni a las embarazadas. Eres un sol. Lov U!!
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