Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

viernes, 4 de noviembre de 2011

!NO TOQUES! ¿POR QUE TOCAS?"

Mira, suerte que es viernes, porque  vengo de una mala lexxxxe, que no se pué aguantar!!!!!!!!!!!!! 
A mi no me molesta coger el Metro, me encanta coger el Metro, es rápido, no tiene semáforos, suele pasar con la regularidad que anuncia el letrero, es fácil calcular con acierto el tiempo que tardarás en llegar a los sitios, no es de los más caros del mundo. Pero, siempre hay un pero, eso es así sólo los DOMINGOS y sobre las tres de la tarde, minutos arriba, minutos abajo.Los días de cada día suelen conllevar otros efectos colaterales.
Uno de esos días que "no te encuentras bien", harta de buscar entre los canales de televisión y no encontrar más que culebrones, gente que se pelea, que ni sabía quienes eran ni me importaban, de pronto en una cadena privada de rara programación di con una serie con actores del país. 
La serie de entrada es mala, horrorosa,  de los actores alguno bueno había. Pero dicen en ella una frase, a modo de muletilla de un determinado personaje,  que la salva  de cualquier ataque: 
- "¡No toques!. ¿Por qué tocas?.
 La primera vez que la dijeron me pasó desapercibida,  pero a la segunda di un brinco.
¡Claro! Esa frase no era de la serie, ¡qué va!. La había introducido subliminalmente un publicista, del sexo femenino, para que todas las mujeres la oyéramos en algun momento de nuestras vidas y nos diéramos cuenta de que era la frase que debíamos utilizar en el Metro.
Me puse hasta nerviosa y todo. Alguien defendía la integridad de los codos de las mujeres.
¿No me seguís?. Quizá me haya precipitado un poco, es que cuando veo  o siento algo justo, como no tengo costumbre, me alboroto mucho.
Vamos a ver si puedo aclarar conceptos. Cuando un hombre entra en el vagón del Metro, lo hace a viva fuerza, algunos hasta sin mirar, empujan fuerte, siguen leyendo el Sport y para adentro. Sin embargo cuando la que entra es una mujer, lo hace, sin tocar el suelo, en volandas, arrastrada por la marea humana que la hace precipitarse sobre cualquier cosa, humana o material, y si es humana suele dar la casualidad de que casi siempre topa con la mano  normalmente de un hombre,  a la altura de una teta, que a fin de que no nos caigamos coge suave pero firmemente.
¿Qué no nos caigamos? y ¿Sujetadas por una teta?, ni lo quiera Dios, nos la arrancaba de cuajo allí mimo.
Resignadas, alzamos los codos, si nos podemos permitir  movimientos  que  no sean solo los imprescindibles para poder respirar e intentamos poner un impedimento a modo de protección de por medio, un libro, un diario, lo que sea entre la mano y nuestro seno.
Pero ahora ya sabía lo qué había qué hacer. Era tan sencillo. Sólo había que decir:
- "¡No toques!. ¿Por qué tocas?"
Al día siguiente, es decir hoy, ya me encontraba mejor y con unas ganas de ir al Metro increíbles.
Todo sucedió como siempre, pero cuando la mano casi estaba a punto de agarrar mi seno izquierdo, cogí aire y grité a pleno pulmón:
- "¡No toques! ¿Por qué tocas?"
La marea se movió como si se tratara de las aguas del mar Negro. El tocador oficial, alzando la mano sonrió. Cientos, miles, millones de miradas acusadoras me traspasaron. Vamos que lo más suave que me llegó a los oidos fue: "Anda ésa, ¡Va más salida que el pico de una mesa!".
Casi vomité. Bajé, muerta de vergüenza, en la próxima parada, que no era la mía., aún me faltaban seis.
Resignada cogí el siguiente tren permití que me entraran y suavemente, cómo si no, topé con la mano del tocador de turno.
Total que he llegado al despacho desmoralizada, despèinada, con mal sabor de boca, pero eso sí con un pensamiento fijo.
El día menos pensado me armó de valor, y cuando note la mano sobre mí pectoral, fijándome en quien es el dueño,no fuera a cagarla,  lo agarraré fuertemente por las pelotas y tan sólo le dire:
- ¡"No toques!, ¿Por qué tocas?.
Madrecelta

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