Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

jueves, 3 de noviembre de 2011

Tardes de domingo otoñales

Parecía que no quería llegar pero al final, ya está aquí, ya podemos decir que ha llegado el otoñó. Vaya coñazo de estación. Unos dicen que es la de los colores dorados, preciosos, que invitan a la meditación, ya,  ni ellos se lo creen.
Es una època del año rara, por un lado te da pena que se haya acabado el verano y por el otro te alegra que ya puedes, al fin, estrenar el abrigo que te compraste en las rebajas del año pasado.
Tiene sus ventajas, eso es cierto. Apetece quedarte en casa, tomando chocolate caliente o palomitas, embutida en un pijama que se cae de viejo pero que calienta una barbaridad, con unos calcetines de tu pareja enormes calientes y abrazadítos los dos dedicaros al duro esfuerzo de no hacer ni pensar en nada. Vale, en las pelis eso queda muy bien, pero en la realidad nada de nada. Tú vas con buena intención, es decir lo preparas todo, la mesista bien colocada, la peli á punto para darle al play, el chocolate, el cenicero y... aquí es donde empieza a fallar, llamas a tu media parte: "Cari, ¿no vienes?. Como respuesta oyes algo parecido a un gruñido ininteligeble para cualquier mente humana. Sigues esperando y cuando vas a cagarla del todo volviendo a llamarle, el dios del otoño te salva, y la contraparte aparece.
Normalmente aparece que da asco verla. Porque vale sí, tú estás con esa ropa vieja y tal... pero te has duchado,, perfumado, dado brillo en los labios, y se nota el olor a suavizante en el pijama. En cambio lo que se acerca no sabes de qué está más cercano si del hombre o del mono. Sin afeitar, con un pantalon de chandal que deja al descubierto el  principio de la hucha, tan gastado que hasta brilla, con un calcetin en la mano y el otro puesto, por cierto, los mismos del día anterior, con una camiseta de ni se sabe los años ganada en la fiesta del tinto de verano de hace dos décadas, contando por lo bajo, bostezando, y dejando a su paso un acre olor entre lo sucio, rancio, desagradable y nauseabundo que  te quita las ganas del chocolate y ya ni digamos de todo lo demás.
Entonces es cuando te suelta la perlita del día: "Habrás puesto una peli de acción ¿no?!, "Porque si es una de esas románticas me vuelvo a la cama que duermo más cómodo.
Llegados a este punto te levantas con todo el orgullo de que eres capaz y le sueltas: "Pues no, es una de mucho llorar y si no quieres verla conmigo ya te estás yendo ahora mismo". Y el tío  se va.
Pero, pero esto qué es. Te deja plantada en medio del salón, que por otro lado está hecho una mierda, aunquen te da igual (hace dos años que decidiste que no ibas a preocuparte por esas cosas y que los lúnes vendría la Sra. Felisa), sin saber qué hacer. Ya no te apetece el chocolate, la peli es un coñazo, el hediondo dormilón ya ronca y sólo son las cinco de la tarde de un domingo de noviembre.
Te entran unas ganas de llorar tan grandes que decides llamar a tu amiga por teléfono para contarle el feo que te acaba de hacer tu pareja, pero no te deja. Ella, tu amiga, quiero decir, porque está en plena pelea con la suya por parecidos sino iguales motivos que tú con la tuya. O sea que la saludas y le dices que mañana se lo explicas.
Das vueltas por la casa picando aquí y allás, hasta que de pronto vuelves a mirar el reloj y son ya las 9 de la noche. Atiborrada de cuanta guarería has ido encontrando a tu paso, de la cena, ni acordarte, pero el otro sí. El otro sí se acuerda que se acaba de levantar con una gazuza que el ruido de sus tripas lo oyes desde la otra habitación.
Decides mantenerte firme y que se haga él lo que quiera, y si no, llegados a este punto de la noche de un domingo calquiera de otoño, que se divorcie y punto.
Esa idea divorcista va creciendo en tu cabeza, y cuando ya casi la has aceptado. aparece él, te coge del brazo y de un estirón te espachurra contra su pecho diciendo, "Mira que te quiero condená".
Lo del divorcio a tomar por saco, a dejarte achuchar y listo.Ni olores ni nada notas. Ahora que de no haber estado tan cariñoso y demostrarte que te quiere tanto que te divorciabas lo sabía hasta la portera.
Resumiendo que los domingos por la tarde no suele ser, por norma general, buen momento para tomar decisiones importantes y mucho menos en una tarde lluviosa de domingo de otoño.

4 comentarios:

  1. ¡Jajajaja! ¡Menudo panorama! ¡Jajajaja! (Ahora que lo pienso, yo decidí "se acabó" un domingo, pero era verano...). En estos momentos acabas de devolverme la alegría. Me alegro de no tener pareja. O no. Ahora no sé qué pensar, jajajaja!

    ResponderEliminar
  2. Alégrate siempre, sea de lo que sea, el caso es reir, vivir la vida con alegría y mirar al mundo con simpatía.

    ResponderEliminar
  3. a mi me gustan estas tardes otoñales... son divertidas cariñosas y sobretodo únicas, será que me gusta el otoño...

    ResponderEliminar
  4. El otoño tiene un espedial encanto. A mi por ejemplo, me encantan sua colores, el olor de las cosechas maduras, recogidas, pero se me encoge el alma al pensar en la soledad, del crudo, frío y largo invierno que está llegando.

    ResponderEliminar