Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

martes, 28 de febrero de 2012

LA REBELION DE LA ABUELA

Es impresionante, me lo cuentan y les digo que están locos, pero resulta que no, que es verdad. Ayer, a la hora de la comida, en principio, me negué a sentarme en la mesa, pero una sola llamada de mi madre me bastó para olvidar mi dignidad, principios, todo vamos y perder el culo, dándome tanta prisa como me permitían la muleta, el pie, y mis kilos de más para presentarme en el comedor como es debido.
Delante de mí había un enorme plato lleno de cosas raras, verdes en su mayoría, verde claro, oscuro, raro y más verde. También algo blanco que parecían ramitas rotas, algo rojo, que eso sí sabía lo qué era, tomates, unos garbanzos raros amarillo chillón, unas tiras casi transparentes asquerosas (al menos a la vista) como unos gusanos y algo morado, ¡ah! también había pimiento. Lo sé porque me da un asco...
Sumida en tan triste contemplación, de pronto mis sentidos, todos, menos el gustativo se llenaron del aroma, divino, maravilloso, de los filetes empanados que hacía mi abuela. Cerré los ojos sumergida en una especie de trance y con ello gané que el único, pequeño, y raquítico trocito de pan que me estaba permitido me lo "birlara" mi hermano.
Mis ojos echaban relámpagos y mi boca se abrió dispuesta a dejar salir, solo dios sabe qué, cuando pasándolo por debajo de mi nariz, le pasaron  a mi padre un plato de sopa, hecha con caldo casero, rico, aromático, espeso, y se me fue el santo al cielo.
Timidamente pregunté si querían que fuera yo a la cocina a buscar la bandeja de los filetes empanados. No hubo respuesta. Sólo dos miradas, la de mi madre y la de la abuela Rufina, una de "a mí no me la das" y la otra, la de la buena de la abuela de "se siente".
Empecé a pasear el tenedor por el plato, siendo amonestada casi de inmediato, el chirrido que hacía contra la loza, al parecer, molestaba los delicados oidos de mi otro hermano, el mayor, el hombrecito de la casa, el orgullo de la familía, el informático, con carrera acabada.
Miré a mi alrededor y no sé  porqué lo hice, siempre nos sentábamos igual, mi padre a mi derecha, en la cabecera de la mesa, a mi izquierda mi hermano "el parao-ladrón-de-pan", enfrente el gran hermano, mi madre que no me quitaba ojo de encima  y a su lado, la abuela Rufina a continuación (estaba algo sorderas y así estaba más cerca de la tele y oía mejor) o eso decía, siempre he pensado que era para poder ir y venir de la cocina a su antojo.
Contrita y con un rugido en la tripa que hubiera ablandado a un tigre, empecé a llenarme la boca de aquéllas hierbas. Masticaba tan poco a poco como era capaz, al menos pensé que me duren toda la comida.
Acabada la sopa, con unas caras de "por favor qué buena estaba", la abuela se llevó los platos hondos y seguida de mi madre, fueron a la cocina las dos. Siempre había algo para acompañar el segundo plato. Supliqué en silencio que no fueran champiñones.
Regresaron y no, no eran champiñones. Mi madre dejó en medio de la mesa, una gran bandeja de hierbas. Aquéllo me enterneció, sé que jamás lo reconocería, pero sabía que lo había hecho por mí. La miré y nos sonreimos.
La abuela llevaba otra bandeja con los filetes empanados, era norma de la casa, el que la primera ronda la sirviera alguien responsable, nunca me dejaron hacerlo a mí,  para que hubiera un reparto equitativo, y después ya entrábamos en el tema de "el que fuera más rápido...".
Siempre servía primero a mi padre, por lo que empezó, mirando de frente por la derecha de la mesa, pasando por detrás de mi hermano y desapareciendo de golpe. Sí, sí, desapareció, oimos un fuerte golpe, quisimos mirar pero la visión de unos 30 filetes empanados volando por todo el comedor nos lo impidió, seguíamos el vuelo de los filetes como hipnotizados, y, por lo que a mi atañe, rogando se cayera uno cerca de mí, a poder ser en mitad de las hierbas.
El silencio era sepulcral, todos, menos yo, naturalmente, estaba invalida, se levantaron y acudieron en tropel., todo hay que decirlo, mis dos hermanos a rescatar los filetes salvables y mis padres a socorrer a mi abuela,  que estaba estirada panza abajo detrás de mi silla sin saber por qué. Lo que si pensé fue ¡vaya caida más tonta! pero se van a tener que aguantar, filetes pocos iban a comer. Está mal, pero me alegré.
La sonrisa se borró de golpe de mi cara cuando oí a mi madre chillar, Violeta Davinia (no, no, no) tú tenías que ser.
¡Ah no! ¡Hasta ahí podíamos llegar! Que me echaran la culpa a mí por la caida de la abuela no lo iba a tolerar. Todos los argumentos se fueron a la porra, cuando mi madre señaló la muleta que, vale, puede, quizá sí que estaba mal apoyada en la silla y sobresalía algo, pero no era para...
¡Cállate! Solo falta ahora que la abuela se haya roto algo. ¡Mira eso sí que me asustó! Me daba a mi que la abuela seguro que me guardaba algún filete para dármelo después, y sí tenía algo roto con lo quejica que era, no como  yo, que sufría en silencio lo de mi pie, a ver quien me iba a suministrar todo lo prohibido.
La pobre Rufina, sólo decía,: !Dejadme sola, dejadme sola, que me apaño mejor1. Es que con las prisas, mis hermanos ya había recuperado todos los filetes recuperables, y también intentaban ayudar,  cada uno tiraba por un lado, es decir que lo mejor que le podía pasar a la pobre mujer era eso, que la dejaran a ella sola.
Se levantó se sacudió como un Labrador, y me soltó una retahila de tales barbaridades que hasta a mi padre se le pusieron las orejas coloradas, y yo, en silencio, me despedí de su (por mí)  supuesta ayuda en el asunto de las comidas.
Eso sí, cuando se cansó, calló sólo se oía el presentador de las noticias de la tele, se sentó y le dijo a mi madre: "Y tú, ahora ve a hacerme una tortilla a la francesa, que tengo hambre y me da asco comer esa carne recogida del suelo, Andando!
Corriendo se fue la mujer. En un lamentable  intento de reconciliar la situación quise decir algo, pero no pude. Mira que ya han pasado horas, pero aún no acabo de creer lo que  hizo la abuela, primero me miró de una manera que deshacía el polo norte y luego, luego...ME SACO LA LENGUA!!!!.
Fue una declaración de guerra, y por desgracia yo tenía muy claro quien iba a ganar.

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