Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

lunes, 27 de febrero de 2012

Y AHORA... REGIMEN !!!!!!!!!!!

No puede ser, me está pasando a mí, a mí y no doy crédito. Pero que asco de planetas, estrellas, meteoritos, o lo que sea, se han puesto de acuerdo confabulándose en mi contra!!!! Todo, absolutamente todo me sale mal.
De la noche a la mañana se muere la pobre Tessma (con dos eses). Me despido. Vuelvo al trabajo. Me ascienden, me suben el sueldo. Me voy de compras con dinero hasta para tirar, (porque mi madre no me dejó, pero en una tienda quería darle propina al guardia de seguridad, ¡estaba de un cachas!). Me descalabro. Me destroza el pie una gorda, casi provoco un infarto masivo en casa. 
Me arrestan, vale, la poli  no, peor aún, mi padre. Paso 20 días como una monja de clausura,  (desde que se me escurrió de las manos el móbil y se fue por la taza del W.C. , si querer, y el inhálabrico saltó de la mesita de noche (juro que fue él sólo) al suelo, quedando el pobre que ni con el trozo más grande se podían hacer unos pendientes), he permanecido incomunicada del mundo exterior. 
Sí, vaaale, tenía la tele pequeña de la abuela, que a la pobre le dí pena y me la traía en cuanto se iba mi padre a trabajar y se la llevaba antes de que volviera. Que no sé si eso era mejor o peor, porque casi siempre veía cosas ya empezadas y no podía de terminar otras.. 
Pues bien, hoy, que hace 20 días de aquél infortunio tan horroroso, he vuelto al médico, me han quitado la pedazo escayola del pie, me lo han radiografiado, y eso no me gusta nada, porque a ver los que te radiografian se esconden ¿No? Pues por algo será digo yo, volvimos, mi madre y yo a la sala de espera, hasta que me tocó el turno y el doctor, bendito sea por siempre su nombre, que ahora no recuerdo, pero da igual, me dice:
- Muchachita ( Muchachita ¿¿¿¿a mi???? ? a quien mis hermanos llamaban en el recreo si los amigos se metían con ellos, porque mi altura los acongojaba), pues todo está muy bien. De pronto no sabía de que me hablaba. Con lo de muchachita me había descolocado un poco, así que miré a mi alrededor y la verdad, lo mejor que se me ocurrió decirle fue que sí, que estaba bien la consulta, pelín antingua pe..., aquí mis costillas doloridas por el codazo materno me avisaron de que las cosas no iban precisamente por esos derroteros, así que cerré el pico y escuché. 
¡Ah el médico se refería a mi pie! dijo que con una semana más llevando un ligero vendaje compresor y andar con cuidado, mejor con una muleta, (no di saltos de alegría porque no podía, ¡Muletas! eso era un pasaporte para que todos te tuvieran  una consideración especial
Le pregunté si podía ir a trabajar y me dijo que sí, pero...¡con muleta!, yijaaaaaaa...!!!!!!!!!
Más contenta que unas pascuas salí del ambulatorio pensando en muletas de colores, varias, para poder combinarlas con la ropa, mi madre no tengo ni idea en qué pensaba, pero cuando le conté lo que yo pensaba, me soltó un:; "Tas como una cabra" Tenemos las de tu hermano de cuando jugaba al fútbol, bueno, jugar, jugar propiamente dicho, más bien poco, pero para lesionarse le faltaban días de entrenamiento.
Hecha una furia le pregunté: ¿Cuáles aquéllas grises tan largas y feas? Con una paciencia que sólo tienen las madres, me contestó. "Sí hija sí" y de largas nada, que tu hermano sólo te pasa cinco cen´tímetros y son regulables, o ¿La señorita quiere unas de Vittorio Luchino? Iba ya a contestar que no sabía que diseñaran también cosas ortopédicas cuando algo que vi en sus ojos me dio a entender que no era una buena pregunta. Así que con un sencillo "Vale", volvimos a casa.
Entré llamando a gritos a la abuela, para darle las buenas noticias, y cuando me disponía a dispersar mi anatomía en el sofá, una idea genial atravesó mi mente. Podía empezar a probarme la ropa que me había comprado el día del infortunio, conjuntarla de la forma, buscar los abalorios, en fin,  todas esas cosas.
Contenta como un ajo,  fui a mi habitación, abrí de par en par el armario y empecé a tirar ropa encima de la cama. Toda de la nueva claro, al tiempo que iba quitando las etiquetas con unas tijeras, cosa rarisima en mí que acostumbraba a arrancarlas con los dientes. Pero es que aquélla vez era "especial".
Cuando el montó ya adquirió las medidas de un rocódromo, decidí que podía empezar con las probaturas.
Cogí al azar unos pantalones. Me costó un poco meter el pie sin causar daños mayores y llegó el momento feliz de intenso placer cuando sientes deslizar la ropa nueva sobre tu cuerpo. Colocados en donde debían estar, procedí a abrocharlos y... y ... y...no... no me llegaban, me quedaban pequeños!!!  Faltaba casi un dedo para poder abrocharlos. Me eché a llorar desconsoladamente y  a grito pelado. 
Acudió toda la familia en masa. Pero era tal mi desconsuelo que no podía ni explicarles lo que me pasaba. Además, no lo entendía, porque hacía años que mi peso no variaba.
La abuela como siempre, nos sacó de dudas a todos. Durante 20 días había permanecido inactiva, es decir, porque además es verdad, que no había movido ni un dedo, y claro eso se nota en el peso. Aparte de que comí tantas chuces que hasta cosa me daban.
La explicación era buena, pero no me sirvió de consuelo. A ver ¿Cómo podía yo ir al día siguiente a trabajar con la ropa de mi antiguo puesto de trabajo? Eso era, era... ridículo. No podía ser de ninguna manera, si hasta tenía pensado maquillarme y todo ¿Qué podía hacer? Toda mi vida profesional estaba en juego por tan sólo un casi centímetro. 
Allí opinaba todo el mundo, el bestia de mi hermano dijo que si me ponían una pinza en los costados, igual conseguíamos algo.
Salió por piernas de la habitación, eso sí la caja que le tiré le dio en todo el coco. Empezaba a formarse el clásico jaleo que en mi familia suele producirse por nada y con los que pasa igual que con un alud, empiezan por casi nada y acaba enfangado hasta el chino de la esquina.
Fue como, casi siempre en ausencia de mi padre, mi madre la que dio el grito de: ¡ALTO!
Como en el ejército. Todos mudos. "Tú" a mi, "Recoge todo este mundo de ropa, guárdalo y ponlo en su sitio", "Rufina, (me pareció que la abuela se ponía firme y todo, pero igual sólo fue una impresión), esta noche a Violeta Davinia, (el otro no os lo diré jamás), pero me eché a temblar, cuando decía mi nombre completo es que la cosa era muy, muy seria, nada de filetes empanados, lechuga, tomate, zanahoria y pepinos, una manzana y a la cama".
Quise meter baza pero no tuve opcion. "¿No quieres ir guapa a la oficina? Pues pon algo de tu parte. O sea,  ajo y agua. Fina manera de decirme un taco gordo pensé. "¿Rufina me ha entendido?", "Señora, sí señora" contestó la pobre infeliz. Casi cae fulminada por la aviesa mirada de mi madre. "Bien pues así todas las comidas durante toda la semana".
No me aguanté y se me escapó ¿Y mañana qué me pongo?, La respuesta por lo rápida e incisiva casi me hizo llorar: "La boina de mi padre". Prosiguió con las mandíbulas apretadas y la voz silbante
"Escucha, atiende y entiéndeme bien. Seguirás de baja toda esta semana. Mañana iré a buscar el parte de confirmación y lo llevaré a la empresa ¿Entendido?"
Asentí con la cabeza, los oojs llenos de lágrimas pero aún no había terminado, la cosa siguió: "Sólo faltaría que además del dineral que te y "me" (¿¿¿¿???) has hecho gastar no pudieras ponerte esa ropa. A finales de semana quiero que peses 3 kilos menos, y que ni se te ocurra volver a engordar.
Digna y con gesto altanero, bueno esta frase es de una novela, salió de la habitación dejándome a mí, destrozada y con un hambre anticipada para parar un camión y llevando tras de sí a la abuela Rufina diciéndole "A ver si se va a enfermar la muchacha" a la tercera vez que lo dijo oí "Shsssssss..." y reinó el silencio.
Y por eso y muchas otras cosas más es por lo que estoy convencida de que he venido a este mundo sólo a padec...
(Mamá ha vuelto) "Violeta Davinia (no os lo diré) Si te portas bien, comes sólo lo que te demos y no rompes nada más, puedes volver a estar con nosotros en el comedor.
Casi me desmayo. Ni como un mal pensamiento había imaginado que aún estaba bajo "arresto habitacionario".



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