Hoooolaaaa…!
¿Queda alguien por ahí?... Sí…! Qué majos que sois…snurrrfsss….
churrrssssffffissshhh…! Ay!!!.
Lo sé,
lo sé, dejaros como lo he hecho no merece ni que me miréis a la cara, pero es
que sinceramente, no he tenido alma ni para moverme.
A ver
si me acuerdo… Ah! Ya… ya lo tengo, os dejé después de que la abuela Rufina
pusiera el Ejército del Zar a trabajar (más que remeros en galeras) y todos, es
decir… mi padre, su mujer, (lo siento desde que va deambulando con esa panza no
me sale llamarla de otra manera) la abuela Rufina, mi hermano el que trabajaba
(poco y menos ganaba) el otro (el parao) y una servidora (Violeta Davinia y nunca lo sabréis) caminito del pueblo,
cargados como burros, pero burros de los de antes, de los que llevaban el
botijo colgando, pues de esos.
La
llegada al pueblo fue sonada, y digo sonada, porque todo lo que habíamos
conseguido comprimir en la furgoneta que mi padre alquiló, tan pronto abrimos
las puertas traseras, salio desparramándose por el asfalto y haciendo un ruido
similar al que hacían las bombas en la guerra civil (eso fue lo que dijo
Aurorita la vecina de la casa de enfrente) cuando salió, escoba en ristre
dispuesta a enfrentarse a todos los demonios, que eran muchos, que cada día la
acosaban.
Curiosa
Aurorita. Me fascina. Ya no cumpliría los 70, no. Hacía tiempo que los había
superado y seguían llamándola así: “Aurorita” me llegan a poner ese nombre y
llamarme así y me deshijo fijo.
Vale,
vale, es que me voy… pero, entendedme coñe! que es mucho lo que he pasado, como
para que ahora pueda contarlo todo así de golpe.
Debo
aclarar que nuestra llegada al pueblo se produjo a las 5 de la madrugada. Hora
en la que aún no había cargado la escopeta ni el aguacil, el Bartolo, muy buena
persona, pero bruto, hasta decir basta. Decía que era la Autoridad y que por eso
llevaba un arma.
Eso sí,
los cartuchos estaban vacíos, es decir sin pólvora. No preguntéis. Forma parte
de esa especie de leyenda pueblerina que
todos mantienen como en secreto, pero que nadie sabe por que existe.
El día,
bueno la madrugada de la llegada hasta la puesta del sol transcurrió en un loco
ir y venir de la furgoneta a la casa, de la casa a la furgoneta, agacharse,
recoger, tirar, romper, reñir, llorar… un lío tan gordo que yo me perdí.
Sí, me
perdí en los escasos cinco metros que separaban la furgoneta de la entrada a la
casa, en un momento dado, algun resorte de mi mente se estropeó y me perdí.
Me
encontró mi hermano (el parao) dando vueltas sobre mí propio eje, ya de forma
algo elíptica, me empezaba a marear, babeando, llorando y pidiendo a gritos que
me trajeran a mi Panxo.
Panxo
fue y será siempre el amor más grande de mi vida. Un peluche que no se sabía
muy bien a que animal representaba. Una mezcla entre koala, oso panda, canguro
y burro precioso. Me dormía mordiéndole las orejas, por lo que al final su cara
empezaba justo a la altura de la nariz. Noches enteras sin dormir les costó a
mis padres su muerte. Muerte atroz en la lavadora. Centrifugándolo sin parar,
yo lo quería seco, no mojado.
Bueno…
que me vuelvo a ir… pero bueno tampoco es tan malo, porque tengo tanto, pero
tanto que contaros, que porque, hoy, en el primer día de nuestro reencuentro os
hable de mí tampoco pasa nada.
Ya me
conocéis, no suelo ser de esas personas que sólo les importa su vida y a los
demás que les den! Ni de lejos soy yo así.
Bueno,
igual, algo sí. Pero yo lo llamo sinceridad.
Pues
eso, mi hermano (el parao), me paró me llevó dentro de la casa y me sentó en
una silla en la cocina.
Acertó
a pasar por allí la “señora embarazada” y al verme, parece ser que tenía la
cara de color limón, tuvo la delicadeza de preocuparse, a buenas horas, por mí
y me preguntó que cuánto hacía que no comía.
Yo no
recuerdo nada más, pero cuentan, aunque ya sabéis que en mi familia son unos
exagerados, que los ojos empezaron a girar en sus órbitas y una babilla me
colgaba de la boca y que, al parecer, intenté morder el brazo de mi hermano al
tiempo que gritaba: “Pan, quiero pan y agua”, hasta los esclavos romanos tenían
derecho a eso.
Se ve
que con tanto jaleo, ni me enteré de que todos, absolutamente todos habían
desayunado, comido y merendado y ni cuenta se dieron cuenta de que yo no estaba
allí.
Tal era
el trance profundo en el que me habían sumido las circunstancias que mi olfato,
muy hábil en esas cuestiones, no percibió los efluvios emanados de los
alimentos que, sin vergüenza alguna, “ellos” se habían tragado.
La
verdad es que no hay mal que por bien no venga. Me trataron como a una reina,
bebida, (coca-cola) y comida, mucha y buena, croquetas de la abuela, chorizo,
lo agarré con una mano y a mordisco limpio no lo solté hasta que sólo quedó el
colgajo con la etiqueta, y demás cosas que me habían estado prohibidas durante
meses.
Claro,
después de tal comilona, me dormí allí mismo, encima de la mesa.
Entre
los tres hombres de la familia me llevaron a mi cama y allí permanecí durante
24 horas seguidas sin despertarme ni para hacer pis, según cuentan, me
levantaba dormida, iba al WC, pasaba por la cocina cogía lo primero que me
parecía comestible, así fue como me comí un melocotón de cera, y volvía a la
cama.
Cuando
al fin desperté, todo estaba ya en su sitio y a excepción de las suspicaces
miradas que me lanzaban, no hubo ningun otro signo de que pensaran que todo
había estado premeditado.
¡Desde
luego ni de la familia puedes fiarte!, lo que son capaces de imaginar. Pensar
mal de mí.
En fin,
ya situados, hasta mi ropa estaba colgada en el armario, se ve que “en sueños”
vociferé que hicieran el favor de colgar bien mi camisa preferida, pero fue
eso… “en sueños”… por hoy os dejo, con la firme y esta vez real promesa de que
mañana más, y al otro, y al otro… porque es un empezar para no acabar… Ya
veréis ya… la realidad supera la ficción del más loco e imaginativo
cerebro
conocido.
Nos
vemos… ¡eh! no vayáis a dejarme plantada. Mañana más.
Ojo, que yo tampoco sabía de este blog!!! Deseando estoy de tener ese libro entre las manos, preciosa. Un abrazo!
ResponderEliminarTengo otro. Gracias amor!
EliminarMe encanta ,buenisimo,me recuerdas a Carmen Laforet ,no se por que...lo dicho muy bien.
ResponderEliminarEspero más.
Juan...? No sé que puede recordarte en mi a la Dama de Ojos Bellos. Pero se agradece mucho tal cumplido.
EliminarGracias
Me ha gustado mucho, pero nos dejas con la miel en los labios, esperando más! No faltes a tu cita que yo no faltaré!
ResponderEliminarA mi hija le ha encantado! ;))
Me alegro pero Violeta Davinia (nunca lo sabréis) está muy loca. Jejejeee...!
EliminarBesos a las dos.